RECOVECOS
SOBRE EL VIEJO DIVÁN
UNA AUTOCRÍTICA
Siempre he tenido la
recalcitrante y odiosa capacidad de observarme a mí mismo, siempre me he
acostumbrado al finalizar el día hacer una reflexión personal, desde
precisamente esa introspección, a veces es malo, porque termino dándome muy
duro, pero siempre es necesario en la búsqueda de la perfección.
Y desde esta soledad
único espacio maravilloso y encantador donde me puedo desnudar sin temor a
equivocarme, intento cada noche provocar el asomo de estas elucubraciones de la
mente que a veces me agobian, esas intensas e interminables divagaciones,
pensamientos y porque no ambiguos raciocinios que me terminan con la mirada
difuminada en lo lejano, perdido dejando sobre este viejo diván, estos
recovecos al sabor de una taza de café.
Uno de tantos
recovecos es el ejercicio de la acción pública en Arauca, y es que para empezar
diría que en mis primeros años de ejercicio profesional, producto del éxtasis
de la juventud, esa fogosidad de esos años de ejercicio profesional, el brío
por ejercer un liderazgo, en la defensa de los derechos de los más necesitados
y vulnerables y ante tanta injusticia en mi departamento de Arauca, me di a la
tarea de denunciar ante instancias Judiciales y organismos de control a funcionarios
corruptos y toda clase de actos de corrupción.
Estaba convencido del
mandato, como un deber establecido en el artículo 95 de nuestra carta política,
que en su numeral 5 nos exige participar
en la vida política, cívica y comunitaria del país; así como de manera especial
en el derecho contenido en el artículo 40 de nuestra carta Política, en la que
establece que todo ciudadano tiene derecho a participar en la conformación,
ejercicio y control del poder político y que para este fin en su numeral 6 señala
el Interponer acciones públicas en
defensa de la Constitución y de la ley; en este sentido y frente a sonados
casos de corrupción, en donde el dinero de los Araucanos estuvo en riesgo sin
pensarlo dos veces radique denuncias, derechos de petición, solicitudes de
investigación, apertura de procesos disciplinarios contra los mandatarios de
turno y funcionarios.
Pero este ejercicio
producto de la vehemencia en la Justicia social que siempre me ha distinguido desde
que era estudiante, me llevó al límite de la nada, frente a una sociedad
desagradecida, frente a una sociedad que en últimas se merece a sus esbirros, a
sus gobernantes, porque fue una de las exposiciones más tremendas que hecho en
el ejercicio profesional y digo tremendas porque en estas no había mandato, ni
poder alguno, no había dinero, ni representación jurídica alguna, mi deseo era
enfrentar la corrupción y sanear las finanzas públicas.
Pero el poder de la
corrupción y la politiquería es muy grande todo correo y el dinero puede más, y
más desdeñable no es que se engaveten las investigaciones, sino una sociedad
silenciosamente cómplice de estos delincuentes de cuello blanco, pero que ante
esa misma sociedad son nuestros respetables señores feudales.
Pero el tiempo ha
pasado, el tiempo paso, y no pasó nada, en efecto los perjuicios a nivel
personal y familiar fueron mayores que los beneficios que recibí en mi ámbito
profesional, perdí seres queridos increíbles, perdí amigos, y la constante critica
aun de mi propia familia a la que termine perjudicando indirectamente; el
crédito es enorme, se construye un nombre, te visibilizas en la sociedad, pero
al llegar la noche te sientes solo y cansado, agobiado del insulto constante yd
e las amenazas.
El ejercito del
control político que no es un invento de nadie, más bien es precisamente ese
deber constitucional de defender nuestros intereses en la sociedad, me trajo
más sinsabores que victorias, y más en tratándose de un profesional del derecho
que no es político, adoro las ciencias políticas, pero no soy político; luego
esta razón es suficiente para sostener que no obtuve redito alguno, ninguno,
más que la alabanza de algunos sectores y la crítica y el prejuzgamiento de
otros.
“Conflictivo”
“enemigo”, “problemático”, fueron los calificativos mas respetuosos, porque de
“ifueputa” no me han bajado, y no intento victimizarme, ni este artículo es una
oda en este sentido, ni más faltaba, hay que tener nuevos para levantar la voz
y denunciar, y yo a diferencia de otros que no buscaba beneficios políticos, ni
tenia financiación alguna, pero juzgarme de Mierda, de jodido, bueno si soy
jodido un poco pero no como algunos sin conocerme señalan.
Siempre he tenido un
pensamiento crítico, y este solo hecho en una sociedad como la nuestra sumisa,
letárgica, amilanada o más bien acobardada, representa una amenaza, un riesgo,
no es admisible la queja, la disensión y ni de que hablar de oposición, eso es
que no le dieron puesto, eso es que busca que le den plata, toda una infinidad
de creencias apenas para nuestra mentalidad de platanal.
Que si ha valido la
pena? En principio y a mí en particular. Diría que no, la tranquilidad es algo
que no tiene precio, el estar en paz contigo mismo es fundamental y en mi caso
particular no tuve como sostenerme emocionalmente, no hubo ese brazo fuerte en
el cual descansar en los momentos difíciles.
En mi ejercicio de
control político, tan exiguo en el departamento de Arauca, me condujo a las
amenazas, insultos, agresiones y la exclusión de una clase dirigente corrupta y
criminal, de una clase política sucia; y sin ninguna clase de remuneración, de
gratis como se dice coloquialmente.
Pero aquí quiero dejar uno de tantos recovecos
sobre este viejo diván, porque nunca he sido políticamente correcto en una
sociedad como la nuestra es un vicio, ser sincero te friega, cuestionar o
debatir es una ofensa a la ignorancia, así que he tomado algunas decisiones al
respecto.
De esta manera dejo
estos recónditos rodeos por el callejón interminable de lo público, aquello que
todos hablan entre sí, pero que nadie es capaz de expresar; porque como bien lo
diría George Orwell en tiempos de engaño universal decir la verdad se convierte en un acto
revolucionario.
Omar Colmenares
Trujillo
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