“Mama…Yo
no soy Gay…”
“Porque no todos los maricones somos Iguales. O mejor,
No todos somos maricones…”
Carlos con apenas 16 años se alista para
un día más de clases en una escuela al
suroeste de Londres, lleva como es habitual un poco ajustado los
pantalones, un poco de maquillaje en su rostro y algo de brillo en los labios,
ya el desayuno se encuentra servido en la mesa, pero su preparación es más que
mental, pues debe preparase a toda, contra las burlas y ofensas de sus
compañeros de aula, expresiones como “ Maricona” “ Gay” “ Mariposon” “Loca” .
Pero si alguien se detuviera a analizar,
que ninguna de esas afirmaciones están próximas a definir la personalidad de
Carlos, y es que este joven es mucho más que esas desgastadas etiquetas, su
forma de ser es algo subterránea un poco “underground ” Carlos ama la música
clásica, la literatura, no tiene una preferencia sexual definida, no le
preocupa en absoluto, ha tenido unos cuantos rollos con su vecina, pero le
fascina el morbo entre hombres, y es que fetiches como vestir pantalones de
cuero están dentro de sus preferencias, pero de gay de gay Carlos no tiene
nada. El rubor o el maquillaje es algo que solo definen las reglas de una
sociedad a la que él no puede comprender ni le interesa pertenecer.
Al llegar a casa, su madre le espera con
una deliciosa comida, pero esta vez, su madre un poco con la mirada larga, y
con los ojos un poco opacos, le mira fijamente y le dice a Carlos que si le
puede hacer una pregunta; y con un gesto de desaprobación Carlos le expresa:
-Pregunta mama, que ha pasado ahora?-
- Hijo, sea lo que seas, respóndeme con
sinceridad, recuerda, que siempre te voy amar y te voy apoyar,- dice su madre:
-Claro que si mama, pero dime- Responde
Carlos
-Hijo, tu eres gay, eres homosexual, te
gustan los hombres o algo así.-pregunta su madre.
- Carlos con un tono de risa y algo
irónico responde: Mama. Yo no soy Gay…así que no te preocupes, de seguro no
tendrás una nuera, pero tampoco un nuero. (Risas).
Con esta historia, historia que por
cierto sucede en miles de hogares por todo el mundo, quiero iniciar este
artículo dedicado al Movimiento Queer, porque quizá Carlos no sea Gay, porque
debería serlo?, si aún no le interesa definir su identidad o preferencias
sexuales, Carlos es en definitiva un bicho raro, un Queer, como se usaba
despectivamente en el mundo anglosajón para referirse a quienes no seguían los
patrones de conducta de una sociedad, y bicho raro, porque Carlos no le
interesa hacer el remedo de un una relación heterosexual como los constituyen
los susodichos matrimonios gays, Carlos adora la libertad, y no busca un
compañero de su mismo sexo para complementarse, aunque le gusta compartir
ciertos fetiches con algunos compañeros .masculinos, Carlos no tiene una
preferencia emocional o sentimental con los de su sexo; siente a veces
atracción por su compañera con la que ya han tenido relaciones sexuales; así
que si usa maquillaje o usa pantalones ajustados no significa que sea en verdad
un maricon.
Cuando me tomé el trabajo de hacer la
investigación para elaborar este artículo me encontré con el concepto de
deconstrucción, pero que carajos es eso? , acaso es destruir lo conseguido por
las organizaciones LGBTI? , para nada, es plausible y valerosa su lucha, y
gracias a su esfuerzo hoy tenemos una sociedad mejor, más incluyente; pero la
deconstrucción a la que me refiero es un término filosófico añadido en un
primer momento a “Heidegger”, puesta aquí como aquello que busca desvertebrar
las estructuras que fundamentan la narrativa y el lenguaje de las minorías
sexuales, como el que personas como yo, no cabemos en esa sigla LGBTI, ni nos
identificamos como Homosexuales.
No todos los maricones llevamos Jeans
ajustados, ni ropa colorida, no todos somos las payasas del circo, no todos
pretendemos ser el tío gay que hace amena las fiestas con su humor negro en
familia, no todos somos aquellas fashionistas,
de glamour y copete tinturado, algunos, usamos lentes, tenemos bigote,
hablamos como varones que somos, y no soñamos hacer un remedo de las relaciones
heterosexuales con el matrimonio Gay.
La teoría queer es un conjunto de ideas
sobre el género y la sexualidad de las personas que sostienen que los géneros,
las identidades sexuales y las orientaciones sexuales no están esencialmente
inscritos en la naturaleza humana, sino que son el resultado de una
construcción social, variando en cada sociedad.
Rechaza la clasificación de los
individuos en categorías universales y fijas, como: varón, mujer, heterosexual,
homosexual, bisexual o transexual, pues considera que están sujetas a
restricciones impuestas por una cultura en la que la heterosexualidad es
obligatoria; así como la heteronormatividad y el heteropatriarcado. Estas
categorías serían ficticias y esconderían un número enorme de motivaciones
políticas apoyadas por la sexología, una ciencia que no ha sido totalmente
teorizada.
Lo queer no es algo que atañe
exclusivamente a los Homosexuales, porque hay heterosexuales queer, hay seres
humanos raros, que no quieren tener hijos, que no creen en los paradigmas de la
sexualidad impuestas históricamente en nuestra sociedad, porque eso si hay que
advertirlo desde un principio, cuando hablamos de queer hablamos de sexo y género,
es decir es un tema político desde la sexualidad.
Contra el concepto clásico de género que
parte de la distinción a partir de la "heterosexualidad natural"
aceptada como normal (en inglés straight, es decir "recto"),
contraria a lo "anómalo" (en inglés queer o "retorcido");
consideraría que todas las "identidades sexuales" son igualmente
anómalas, incluida la heterosexualidad.
Critica las clasificaciones
socio-sexuales de la historiología, psicología, filosofía, antropología y
sociología tradicionales, basadas habitualmente en el uso de un solo patrón de
segmentación paternalista —sea de clase social, de género, de etnia o de nacionalidad
poscolonial— y sostiene que las identidades sociales, condicionadas por la
naturaleza sexual, se elaboran de manera más compleja como intersección de
múltiples grupos, corrientes y criterios.
En la sociedad victoriana (reinado de
Victoria I en el Reino Unido entre 1837 – 1901), donde se defendía “el valor de
la heterosexualidad”, agrega Preciado, queer era la palabra usada para nombrar
a aquellas personas que escapaban de lo heterosexual. Eran queer el maricón, la
lesbiana y el travesti.
“desde su aparición en el siglo XVIII en
lengua inglesa, queer servía para referirse al tramposo, al ladrón, al borracho
y a la oveja negra, pero también a todo aquel que no pudiera ser inmediatamente
reconocido como hombre o mujer”. Era una manera de calificar a los hombres
afeminados y a las mujeres masculinas.
Además de oponerse a categorías como
homosexual, heterosexual y transexual, la teoría queer cuestiona las
clasificaciones por género: hombre, mujer o masculino o femenino por
considerarlas imposiciones. “La femineidad no es producto de una elección,
sino de unas reglas del género”, enfatizan Fonseca y Quintero.
En el ensayo “Basura y Género.
Mear/Cagar. Masculino/Femenino”, Beatriz Preciado afirma que los baños, por
ejemplo, se han convertido en espacios para evaluar la coherencia de los
cuerpos que allí entran, con los códigos vigentes de masculinidad y feminidad.
Preciado explica que la única señal
existente en la puerta de cada baño es una interpelación de género: damas o
caballeros, bigote o florecilla. “Como si hubiera que entrar al baño a
rehacerse el género más que a deshacerse de la orina y de la mierda. No se nos
pregunta si vamos a cagar o a mear, lo único que importa es el género”.
Lo queer, además, está en contra de la
noción de lo gay como una sola cosa: un presunto mundo de hombres lindos, con poder
y que viven en chapinero.
Para otros, lo queer no pasa de ser una
moda académica, una discusión que está en las nubes y que solamente entienden
los académicos al punto de que algunos les preguntan, recuerda Cabrera, “¿por
qué no pueden hablar como gente normal?”
“Hay activistas que se sienten
intimidados por el lenguaje de la academia. Sienten que este es un espacio
excluyente y, en algunos casos, tienen razón. Es importante hacer mayores
esfuerzos para dialogar y apoyarse mutuamente”, enfatiza.
También hay críticas más superficiales
como quienes aseguran que detrás de todo esto solamente hay unas personas que
creen que suenan más interesante definiéndose como queer en vez de como
lesbiana o gay.
Sin embargo, tal como lo afirman Fonseca
y Quintero en su ensayo, lo que no se puede desconocer es que lo queer procura
un mundo sin fronteras y de igualdad de derechos entre personas diferentes:
aboga por que cada quien pueda ser quien es, tal y como es.
Los que en algún momento nos hemos
identificado como Queer estamos en contra de los desgastados estereotipos de la
comunidad LGBTI, que típico de toda loca es usar ropa ajustada, ser
fashionista, la loca del carnaval, buscar ser el centro de atención; muchos no
cabemos bajo esa connotación de homosexual, porque lejos de la superficialidad
y la vanidad, preferimos una vida tranquila alejada de los medios, preferimos
quizá la soledad y la riqueza espiritual e intelectual.
Otro de los viejos estereotipos de la
comunidad Homosexual es la Promiscuidad, como si todas las mariconas les
fascinara estar teniendo sexo a toda hora, pues hay quienes rechazamos esa
identidad y por eso aún n estamos en contra de la misma comunidad LGBTI que ha
pretendido uniformar a todos los bichos raros Queer.
Además de retar la heterosexualidad
obligatoria (también llamada “heteronormatividad”), la teoría queer rechaza
clasificar a las personas por su orientación sexual o identidad de género, es
decir terminamos enfrentados aun con los mismos miembros de la comunidad LGBTI.
“¿Por qué habría que definirse por un
gusto en la sexualidad? ¿Por qué si a una mujer le atrae un hombre tendría que
definirse como heterosexual? ¿O si a una mujer le gusta alguien de su mismo
sexo tendría que calificarse como lesbiana?”, se pregunta Andrea García
Becerra, antropóloga, magister en estudios de género y docente de la
Universidad Javeriana en Bogotá.
La palabra homosexual, agrega García, es
impuesta por el poder médico desde un punto de vista patológico. Es creación de
algunos médicos de finales del siglo XIX en Europa, que acuñaron este término
para hablar casi que de una nueva especie de sujetos; pero desde lego muchos no
encajamos en esta definición, no nos gustan los asuntos de mujeres, nos gusta
el futbol, no somos afeminados, nos gusta sentirnos orgullosos de nuestra
masculinidad y del sexo que Dios nos regaló, pero de vez en cuando tengo sexo con
mi amigo, porque eso me hace homosexual.
Lo queer visto así cuestiona lo LGBT, Lo
Queer no puede ser entendido como una categoría más de esa sigla porque está en
contra de estas: busca no encasillarse ni definirse sino vivir en una fluidez
constante.
Según Marta Cabrera, directora del
departamento de Estudios Culturales de la Universidad Javeriana en Bogotá, es
peligroso utilizar la expresión “comunidad LGBT” porque ahí no hay ninguna comunidad.
“Eso se presta para que después se llegue
a extremos como decir que existe ‘una mafia o una dictadura LGBT’. Lo que sí
puede haber son uniones estratégicas entre las diferentes letras”.
El término queer no puede entenderse como
sinónimo de gay o de homosexual. “Se trata, por el contrario, de resistirse a
la tentación de reposar en una identidad. Propone tener una conciencia crítica
constante y estar en desarrollo”, agrega Cabrera.
Ya para terminar entonces quiero decir
que no todos somos los maricones que esperan, que pena decepcionarlos, no somos
las payasas del circo, las estrafalarias fashionistas, que les gusta el
Glamour, no señores, así, que antes de prejuzgar, léase una artículo como estos
para que aprenda más acerca de la diversidad.
OMAR COLMENARES ANALISTA |
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