jueves, 25 de abril de 2019

“Mama…Yo no soy Gay…”




“Mama…Yo no soy Gay…”




“Porque no todos los maricones somos Iguales. O mejor, No todos somos maricones…”





Carlos con apenas 16 años se alista para un día más de clases en una escuela al  suroeste de Londres, lleva como es habitual un poco ajustado los pantalones, un poco de maquillaje en su rostro y algo de brillo en los labios, ya el desayuno se encuentra servido en la mesa, pero su preparación es más que mental, pues debe preparase a toda, contra las burlas y ofensas de sus compañeros de aula, expresiones como “ Maricona” “ Gay” “ Mariposon” “Loca” .



Pero si alguien se detuviera a analizar, que ninguna de esas afirmaciones están próximas a definir la personalidad de Carlos, y es que este joven es mucho más que esas desgastadas etiquetas, su forma de ser es algo subterránea un poco “underground ” Carlos ama la música clásica, la literatura, no tiene una preferencia sexual definida, no le preocupa en absoluto, ha tenido unos cuantos rollos con su vecina, pero le fascina el morbo entre hombres, y es que fetiches como vestir pantalones de cuero están dentro de sus preferencias, pero de gay de gay Carlos no tiene nada. El rubor o el maquillaje es algo que solo definen las reglas de una sociedad a la que él no puede comprender ni le interesa pertenecer.



Al llegar a casa, su madre le espera con una deliciosa comida, pero esta vez, su madre un poco con la mirada larga, y con los ojos un poco opacos, le mira fijamente y le dice a Carlos que si le puede hacer una pregunta; y con un gesto de desaprobación Carlos le expresa: -Pregunta mama, que ha pasado ahora?-


- Hijo, sea lo que seas, respóndeme con sinceridad, recuerda, que siempre te voy amar y te voy apoyar,- dice su madre:


-Claro que si mama, pero dime- Responde Carlos


-Hijo, tu eres gay, eres homosexual, te gustan los hombres o algo así.-pregunta su madre.

- Carlos con un tono de risa y algo irónico responde: Mama. Yo no soy Gay…así que no te preocupes, de seguro no tendrás una nuera, pero tampoco un nuero. (Risas).


Con esta historia, historia que por cierto sucede en miles de hogares por todo el mundo, quiero iniciar este artículo dedicado al Movimiento Queer, porque quizá Carlos no sea Gay, porque debería serlo?, si aún no le interesa definir su identidad o preferencias sexuales, Carlos es en definitiva un bicho raro, un Queer, como se usaba despectivamente en el mundo anglosajón para referirse a quienes no seguían los patrones de conducta de una sociedad, y bicho raro, porque Carlos no le interesa hacer el remedo de un una relación heterosexual como los constituyen los susodichos matrimonios gays, Carlos adora la libertad, y no busca un compañero de su mismo sexo para complementarse, aunque le gusta compartir ciertos fetiches con algunos compañeros .masculinos, Carlos no tiene una preferencia emocional o sentimental con los de su sexo; siente a veces atracción por su compañera con la que ya han tenido relaciones sexuales; así que si usa maquillaje o usa pantalones ajustados no significa que sea en verdad un maricon.


Cuando me tomé el trabajo de hacer la investigación para elaborar este artículo me encontré con el concepto de deconstrucción, pero que carajos es eso? , acaso es destruir lo conseguido por las organizaciones LGBTI? , para nada, es plausible y valerosa su lucha, y gracias a su esfuerzo hoy tenemos una sociedad mejor, más incluyente; pero la deconstrucción a la que me refiero es un término filosófico añadido en un primer momento a “Heidegger”, puesta aquí como aquello que busca desvertebrar las estructuras que fundamentan la narrativa y el lenguaje de las minorías sexuales, como el que personas como yo, no cabemos en esa sigla LGBTI, ni nos identificamos como Homosexuales.


No todos los maricones llevamos Jeans ajustados, ni ropa colorida, no todos somos las payasas del circo, no todos pretendemos ser el tío gay que hace amena las fiestas con su humor negro en familia, no todos somos aquellas fashionistas,  de glamour y copete tinturado, algunos, usamos lentes, tenemos bigote, hablamos como varones que somos, y no soñamos hacer un remedo de las relaciones heterosexuales con el matrimonio Gay.


La teoría queer es un conjunto de ideas sobre el género y la sexualidad de las personas que sostienen que los géneros, las identidades sexuales y las orientaciones sexuales no están esencialmente inscritos en la naturaleza humana, sino que son el resultado de una construcción social, variando en cada sociedad.


Rechaza la clasificación de los individuos en categorías universales y fijas, como: varón, mujer, heterosexual, homosexual, bisexual o transexual, pues considera que están sujetas a restricciones impuestas por una cultura en la que la heterosexualidad es obligatoria; así como la heteronormatividad y el heteropatriarcado. Estas categorías serían ficticias y esconderían un número enorme de motivaciones políticas apoyadas por la sexología, una ciencia que no ha sido totalmente teorizada.


Lo queer no es algo que atañe exclusivamente a los Homosexuales, porque hay heterosexuales queer, hay seres humanos raros, que no quieren tener hijos, que no creen en los paradigmas de la sexualidad impuestas históricamente en nuestra sociedad, porque eso si hay que advertirlo desde un principio, cuando hablamos de queer hablamos de sexo y género, es decir es un tema político desde la sexualidad.


Contra el concepto clásico de género que parte de la distinción a partir de la "heterosexualidad natural" aceptada como normal (en inglés straight, es decir "recto"), contraria a lo "anómalo" (en inglés queer o "retorcido"); consideraría que todas las "identidades sexuales" son igualmente anómalas, incluida la heterosexualidad.



Critica las clasificaciones socio-sexuales de la historiología, psicología, filosofía, antropología y sociología tradicionales, basadas habitualmente en el uso de un solo patrón de segmentación paternalista —sea de clase social, de género, de etnia o de nacionalidad poscolonial— y sostiene que las identidades sociales, condicionadas por la naturaleza sexual, se elaboran de manera más compleja como intersección de múltiples grupos, corrientes y criterios.



En la sociedad victoriana (reinado de Victoria I en el Reino Unido entre 1837 – 1901), donde se defendía “el valor de la heterosexualidad”, agrega Preciado, queer era la palabra usada para nombrar a aquellas personas que escapaban de lo heterosexual. Eran queer el maricón, la lesbiana y el travesti.




“desde su aparición en el siglo XVIII en lengua inglesa, queer servía para referirse al tramposo, al ladrón, al borracho y a la oveja negra, pero también a todo aquel que no pudiera ser inmediatamente reconocido como hombre o mujer”. Era una manera de calificar a los hombres afeminados y a las mujeres masculinas.


Además de oponerse a categorías como homosexual, heterosexual y transexual, la teoría queer cuestiona las clasificaciones por género: hombre, mujer o masculino o femenino por considerarlas imposiciones. “La femi­neidad no es producto de una elección, sino de unas reglas del género”, enfatizan Fonseca y Quintero.



En el ensayo “Basura y Género. Mear/Cagar. Masculino/Femenino”, Beatriz Preciado afirma que los baños, por ejemplo, se han convertido en espacios para evaluar la coherencia de los cuerpos que allí entran, con los códigos vigentes de masculinidad y feminidad.



Preciado explica que la única señal existente en la puerta de cada baño es una interpelación de género: damas o caballeros, bigote o florecilla. “Como si hubiera que entrar al baño a rehacerse el género más que a deshacerse de la orina y de la mierda. No se nos pregunta si vamos a cagar o a mear, lo único que importa es el género”.


Lo queer, además, está en contra de la noción de lo gay como una sola cosa: un presunto mundo de hombres lindos, con poder y que viven en chapinero.


Para otros, lo queer no pasa de ser una moda académica, una discusión que está en las nubes y que solamente entienden los académicos al punto de que algunos les preguntan, recuerda Cabrera, “¿por qué no pueden hablar como gente normal?”



“Hay activistas que se sienten intimidados por el lenguaje de la academia. Sienten que este es un espacio excluyente y, en algunos casos, tienen razón. Es importante hacer mayores esfuerzos para dialogar y apoyarse mutuamente”, enfatiza.


También hay críticas más superficiales como quienes aseguran que detrás de todo esto solamente hay unas personas que creen que suenan más interesante definiéndose como queer en vez de como lesbiana o gay.


Sin embargo, tal como lo afirman Fonseca y Quintero en su ensayo, lo que no se puede desconocer es que lo queer procura un mundo sin fronteras y de igualdad de derechos entre personas diferentes: aboga por que cada quien pueda ser quien es, tal y como es.


Los que en algún momento nos hemos identificado como Queer estamos en contra de los desgastados estereotipos de la comunidad LGBTI, que típico de toda loca es usar ropa ajustada, ser fashionista, la loca del carnaval, buscar ser el centro de atención; muchos no cabemos bajo esa connotación de homosexual, porque lejos de la superficialidad y la vanidad, preferimos una vida tranquila alejada de los medios, preferimos quizá la soledad y la riqueza espiritual e intelectual.



Otro de los viejos estereotipos de la comunidad Homosexual es la Promiscuidad, como si todas las mariconas les fascinara estar teniendo sexo a toda hora, pues hay quienes rechazamos esa identidad y por eso aún n estamos en contra de la misma comunidad LGBTI que ha pretendido uniformar a todos los bichos raros Queer.



Además de retar la heterosexualidad obligatoria (también llamada “heteronormatividad”), la teoría queer rechaza clasificar a las personas por su orientación sexual o identidad de género, es decir terminamos enfrentados aun con los mismos miembros de la comunidad LGBTI.



“¿Por qué habría que definirse por un gusto en la sexualidad? ¿Por qué si a una mujer le atrae un hombre tendría que definirse como heterosexual? ¿O si a una mujer le gusta alguien de su mismo sexo tendría que calificarse como lesbiana?”, se pregunta Andrea García Becerra, antropóloga, magister en estudios de género y docente de la Universidad Javeriana en Bogotá.



La palabra homosexual, agrega García, es impuesta por el poder médico desde un punto de vista patológico. Es creación de algunos médicos de finales del siglo XIX en Europa, que acuñaron este término para hablar casi que de una nueva especie de sujetos; pero desde lego muchos no encajamos en esta definición, no nos gustan los asuntos de mujeres, nos gusta el futbol, no somos afeminados, nos gusta sentirnos orgullosos de nuestra masculinidad y del sexo que Dios nos regaló, pero de vez en cuando tengo sexo con mi amigo, porque eso me hace homosexual.



Lo queer visto así cuestiona lo LGBT, Lo Queer no puede ser entendido como una categoría más de esa sigla porque está en contra de estas: busca no encasillarse ni definirse sino vivir en una fluidez constante.



Según Marta Cabrera, directora del departamento de Estudios Culturales de la Universidad Javeriana en Bogotá, es peligroso utilizar la expresión “comunidad LGBT” porque ahí no hay ninguna comunidad.


“Eso se presta para que después se llegue a extremos como decir que existe ‘una mafia o una dictadura LGBT’. Lo que sí puede haber son uniones estratégicas entre las diferentes letras”.



El término queer no puede entenderse como sinónimo de gay o de homosexual. “Se trata, por el contrario, de resistirse a la tentación de reposar en una identidad. Propone tener una conciencia crítica constante y estar en desarrollo”, agrega Cabrera.



Ya para terminar entonces quiero decir que no todos somos los maricones que esperan, que pena decepcionarlos, no somos las payasas del circo, las estrafalarias fashionistas, que les gusta el Glamour, no señores, así, que antes de prejuzgar, léase una artículo como estos para que aprenda más acerca de la diversidad.



OMAR COLMENARES
ANALISTA













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