JEREMY
BENTHAM
"
LA MAYOR FELICIDAD PARA EL MAYOR NUMERO DE PERSONAS"
Jeremy Bentham (nació el 15 de
febrero de 1748 en Houndsditch y murió en Londres el 6 de junio de 1832) fue un
pensador inglés, padre del utilitarismo.
Fue reconocido como niño prodigio
por su padre al encontrarlo en su escritorio leyendo varios volúmenes de la
Historia de Inglaterra. A los tres años leía tratados, tocaba el violín con
cinco y estudiaba latín y francés con seis. Hijo de una familia acomodada,
estudio primero en Westminster School y a los 12 años ingresó en la Universidad
de Oxford y empezó a ejercer como abogado a los 19 años. Pero enseguida se
mostró crítico con la educación de su época y con la práctica jurídica,
dedicándose por completo a tareas intelectuales. Dotado de una fuerte
personalidad, a lo largo de su vida escribió largos manuscritos donde proponía
ambiciosas ideas de reformas sociales.
Desde 1814 convirtió su casa en
centro de intercambio intelectual y foco de un activo movimiento utilitarista.
Entre sus amigos y seguidores más cercanos se encontraba James Mill, el cual
quiso hacer de su hijo, John Stuart Mill, el heredero de Bentham al frente del
movimiento.
Sus trabajos iniciales atacando
el sistema legal y judicial inglés le llevaron a la formulación de la doctrina
utilitarista, plasmada en su obra principal: Introducción a los principios de
moral y legislación (1789). En ella preconizaba que todo acto humano, norma o
institución, deben ser juzgados según la utilidad que tienen, esto es, según el
placer o el sufrimiento que producen en las personas. A partir de esa
simplificación de un criterio tan antiguo como el mundo, proponía formalizar el
análisis de las cuestiones políticas, sociales y económicas, sobre la base de
medir la utilidad de cada acción o decisión. Así se fundamentaría una nueva
ética, basada en el goce de la vida y no en el sacrificio ni el sufrimiento.
El objetivo último de lograr «la
mayor felicidad para el mayor número» le acercó a corrientes políticas progresistas
y democráticas: la Francia republicana surgida de la Revolución le honró con el
título de «ciudadano honorario» (1792), si bien Bentham discrepaba
profundamente del racionalismo de Rousseau y consideraba absurdo el
planteamiento iusnaturalista subyacente a la Declaración de Derechos del Hombre
y del Ciudadano de 1789. También dedicó su atención al tema de la reforma
penitenciaria, elaborando por encargo de Jorge III un modelo de cárcel (el
Panopticon) por el que ambos entraron en conflicto.
Estas ideas de Bentham fueron la
base de una profunda crítica de la sociedad que aspiraba a comprobar la
utilidad de las creencias, costumbres e instituciones existentes en su tiempo.
Activista a favor de la reforma de las leyes, se enfrentó a las doctrinas políticas
establecidas en su época tales como el derecho natural y el contractualismo.
Fue el primero en proponer una justificación utilitarista para la democracia.
Adelantándose extraordinariamente a su tiempo, luchó por el bienestar de los
animales, el sufragio universal y la discriminalización de la homosexualidad.
Bentham fundó el University
College London donde, tal como lo solicitó en su testamento, su cuerpo
embalsamado y vestido con sus propias ropas sigue expuesto en una vitrina en un
pasillo muy concurrido a la vista de los alumnos. Hay muchas anécdotas
relacionadas con esta curiosa excentricidad. La cabeza fue robada en diversas
ocasiones como una broma tradicional de los alumnos por lo que ahora esta
conservada en una caja fuerte de la UCL. El cuerpo, sin embargo, se traslada
todos los años para presidir algunas reuniones en las que se le recuerda con la
frase”Jeremy Bentham, presente pero sin derecho a voto”
FUNDAMENTACION
TEORICA
Mantenía que era posible
comprobar de modo científico lo que era justificable en el plano moral
aplicando el principio de utilidad. Así, las acciones eran buenas si tendían a
procurar la mayor felicidad para el mayor número de personas. La felicidad era
equivalente al placer. Mediante una especie de cálculo matemático-moral de los
placeres y las penas, se podría llegar a decir qué era una acción buena o mala.
Si todos los placeres y las penas estuvieran en el mismo orden, entonces sería
posible una evaluación utilitarista de las actividades morales, políticas y
legales. Bentham afirmó también que si los valores se basaban en los placeres y
las penas, entonces las teorías de los derechos naturales y de la ley natural
no eran válidas. John Stuart Mill modificó algunos de los principios de
Bentham, excepto su método para calcular las cantidades de felicidad.
Las ideas de Bentham tuvieron
mucha influencia en la reforma de la estructura administrativa del Gobierno
británico a finales del siglo XIX, en el Derecho penal y en el procedimiento
jurídico tanto en el Derecho penal como en el civil. En su producción también
figuran Fundamento de la evidencia judicial (1827) y el Código constitucional
1830).
Bentham complementa este
postulado básico con la aceptación de los siguientes supuestos o principios,
que constituyen su sistema:
1) que el objeto propio del deseo
es el placer y la ausencia de dolor (colocando así el egoísmo o interés propio como
el fundamento del comportamiento moral);
2) que todos los placeres son
cualitativamente idénticos y, en consecuencia, su única diferenciación es
cuantitativa (según intensidad, duración, capacidad de generar otros placeres,
pureza –medida en que no contienen dolor–, cantidad de personas a las que
afecta, etc.); y
3) los placeres de las distintas
personas son conmensurables entre sí.
CONCEPTOS
ECONÓMICOS
Bentham empleó la teoría
utilitarista como base, no sólo de un sistema ético, sino también de reformas
políticas y legales. Mantenía la necesidad de sacrificar pequeños intereses a
causas más altas o, en todo caso, de no sacrificar intereses mayores a otros
menores, y por ello propuso como el objetivo ético esencial de la sociedad humana
la mayor felicidad del mayor número de personas.
- ley natural puede ser
considerada un ideal al cual aspira la humanidad, o un hecho general entendido
como el modo en que actúan por norma o regla general los seres humanos. La ley
natural se contrasta con la ley positiva, los decretos vigentes establecidos
sobre la sociedad civil.
Bentham parte de un supuesto
psicológico que no discute por parecerle evidente. Según él, el hombre se mueve
por el principio de la mayor felicidad: este es el criterio de todas sus
acciones, tanto privadas como públicas, tanto de la moralidad individual como
de la legislación política o social. Una acción será correcta si, con
independencia de su naturaleza intrínseca, resulta útil o beneficiosa para ese
fin de la máxima felicidad posible. Una felicidad que concibe, además, de modo
hedonista; se busca en el fondo y siempre aumentar el placer y disminuir el
dolor.
Ahora bien, no se trata, en
primer lugar, de una incitación al placer fácil e inmediato (como, por lo
demás, tampoco era así en el hedonismo antiguo), sino de calcular los efectos a
medio y largo plazo de las propias acciones de manera que el saldo final arroje
más placer que dolor. Así, en ocasiones el sacrificio inmediato será lo
correcto en aras de un beneficio futuro que se prevé mayor. Dicho cálculo ha de
resultar en principio sencillo, pues aunque Bentham reconoce que hay placeres y
dolores tanto del cuerpo como del alma, ve posible aplicar criterios
simplemente cuantitativos para esa evaluación (criterios como la duración del
placer, su intensidad y extensión, la probabilidad de obtenerlo, etc).
En segundo lugar, esta doctrina
tampoco pretende alimentar directamente el egoísmo. Si bien es asimismo un
presupuesto psicológico y moral (como en Thomas Hobbes) que el hombre es por
naturaleza egoísta y busca su propio interés, y que por tanto las relaciones
sociales y políticas son artificiales, el utilitarismo tendrá como misión
corregir precisamente ese primer impulso. El utilitarista se percatará de que,
puesto que el bien conjunto es la suma de intereses individuales, el mejor modo
de fomentar el propio interés es promover el interés global. Por eso el
utilitarismo propugna no sólo no limitarse al propio bien, sino cuidar
escrupulosamente la imparcialidad en las decisiones y evitar cualquier acepción
de personas. Únicamente esta regla hará que el saldo de bien sea el mayor; de
ahí la famosa consigna atribuida a Bentham por John Stuart Mill: everybody to
count for one, and nobody for more than one [Mill 2002: Capítulo V].
El contenido y sentido del
utilitarismo de Bentham se comprende mejor si se recuerda la intención de su
autor. Esta no era otra que reformar profundamente la legislación británica,
que contribuía en realidad a mantener unas desigualdades sociales y discriminaciones
políticas muy notables. Y, conforme al espíritu ilustrado de la época, nada
mejor que sustituir ese régimen jurídico basado en privilegios heredados por un
sistema transparente, racional y secular. Una vez determinado el fin natural de
la felicidad placentera, todo consiste en dejar que la luz de la razón ordene y
sancione lo justo y lo injusto, aboliendo toda otra regla procedente de oscuras
e injustificadas instancias (metafísicas, religiosas, tradicionales, etc.). En
realidad, se trata de trasladar a la vida social y política el criterio que
sirve para la vida individual, a saber, el sensato procedimiento —ya expresado
por el hedonismo clásico— de calcular los costes y beneficios de cada acción
para elegir en cada caso la más fecunda en términos de placer.
El más importante continuador de
la doctrina utilitarista es John Stuart Mill (1806-1873). J. S. Mill fue un
estrecho discípulo de Bentham y de su propio padre, James Mill, y la exposición
de su concepción moral se encuentra en su Utilitarismo, de 1863. Allí define su
teoría —de acuerdo con Bentham— como «el credo que acepta como fundamento de la
moral la ‘utilidad’ o el ‘principio de la máxima felicidad’, el cual sostiene
que las acciones son buenas en cuanto tienden a promover la felicidad, malas en
cuanto tienden a producir lo opuesto a la felicidad. Por ‘felicidad’ se
entiende placer y ausencia de dolor; por ‘infelicidad’, dolor y privación de
placer» [Mill 2002: 50].
Sin embargo, Mill corrige a su
maestro en un punto importante. Mientras que para Bentham los placeres son
todos homogéneos y sólo se distinguen cuantitativamente (lo cual hacía sencillo
el cálculo de la suma entre diversos conjuntos de ellos), Mill advierte que hay
placeres cualitativamente distintos; diferencia cualitativa que se traduce en
superioridad o inferioridad. Más concretamente, sostiene que los placeres
intelectuales y morales son superiores a las formas más físicas de placer; y
asimismo distingue entre felicidad y satisfacción, afirmando que la primera
tiene mayor valor que la segunda. Ahora bien, esta posición de Mill, que retoma
una de las ideas de la moral tradicional más común, cuestiona en realidad las
bases del utilitarismo. Pues, por un lado, introduce necesariamente un criterio
de valor ajeno al placer, lo cual sale ya de la propia teoría de Mill y plantea
problemas prácticamente irresolubles a la hora de calcular comparativamente, de
modo homogéneo, beneficios resultantes de acciones alternativas. Y, por otro
lado, la asignación de un valor o superioridad a cierto tipo de placeres
plantea la dificultad de si con ello no se les reconoce ya una bondad
intrínseca, siendo así que el utilitarismo de Bentham y Mill mide la bondad de
las acciones por el placer siempre resultante de ellas. Tal vez por este
motivo, Henry Sidgwick (1838-1900), otro representante del utilitarismo, vuelve
a la posición de Bentham sosteniendo que esas aparentes diferencias
cualitativas entre los placeres son, en el fondo, diferencias cuantitativas
[Sidgwick 1962]. En cambio, luego se verá que en este punto G. E. Moore
sostiene, con su particular utilitarismo, una posición peculiar.
Por lo demás, Mill compartía la
preocupación de Bentham de provocar reformas sociales que condujeran a una
sociedad más equitativa. Sin duda, la deseada y deseable democratización y
racionalización de la vida pública, que ha tenido lugar gracias a las ideas de
Mill (no sólo la doctrina utilitarista, sino su idea de las libertades
individuales y cívicas), es una de las mayores razones de la amplia aceptación
del utilitarismo como teoría moral y política.
Hasta una próxima oportunidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario