viernes, 15 de junio de 2018

METÁFORA DEL LENGUAJE POLÍTICO EN COLOMBIA.




IZQUIERDA…DERECHA

METÁFORA DEL LENGUAJE POLÍTICO EN COLOMBIA.





Este no es un artículo académico de los que acostumbro a escribir en este espacio de difusión de ideas políticas y otras cosas, las letras que aquí se escriben son la manifestación sentida de las consideraciones filosóficas que tengo respecto de uno de los temas no solo coyunturales, sino de  trascendencia histórica que por largos años han desatado una guerra fratricida y abyecta en Colombia.

Por esto, el lenguaje escrito que estoy utilizando no es el mismo que uso cuando me dedico a reseñar las ideas políticas de algún pensador o filósofo, por el contrario y de un modo más simple y sin abstracciones, pretendo escribirle al ciudadano de a pie, a ese personaje que todos los días lustra mis zapatos en el centro de Bogotá, y que merece mi respeto y admiración.


Pero curiosamente, y sin premeditarlo estoy hablando del lenguaje que por estos día y a las puertas de una segunda vuelta de elección presidencial en Colombia, está al rojo vivo, en los debates, en las audiencias públicas y por supuesto en las redes sociales; Pues bien, es a ese lenguaje al que me voy a referir en esta oportunidad, al lenguaje político, ese que irresponsablemente y sin distingo alguno utilizan nuestros caciques policastros para defender dizque posiciones, y digo irresponsable porque a ellos le debemos en gran medida la polarización en nuestro país.  

 Los políticos han protagonizado fuertes rifirrafes virtuales con sus críticos. Son incontables, por ejemplo, las veces en las que en los últimos siete años el senador Uribe ha arremetido contra el presidente Juan Manuel Santos, y viceversa.

“Tras de bufón, ladrón”, “canalla”, “traidor”, le ha dicho Uribe a su ex ministro de Defensa en varias oportunidades. Santos, por su parte, le ha respondido con la misma moneda y con calificativos como “rufián de esquina”, “pajarraco y buitre al acecho” y “enemigo de la paz”.

 Todos somos responsables de lo que estamos viendo y viviendo los políticos que las plantean, los medios que le hacen eco y los ciudadanos que los adoptan. Este es un esquema muy efectivo, pero muy costoso socialmente. No cohesiona a la sociedad, sino que al divide.


La reconocida politóloga Sandra Borda afirmó que esta “no es más que una estrategia política clara que cobra vida en las redes sociales, donde no funciona el poder regulador que tienen los medios de comunicación”.



Pero lo más grave es que nos han hecho creer a los colombianos que realmente estamos polarizados, que usted es de derecha o izquierda.



El lenguaje político en Colombia no se ha utilizado para presentar argumentos, o trasmitir simplemente el pensamiento, el lenguaje se ha utilizado como arma de guerra y destrucción, como  si estuviéramos en un constante cambo de batalla, “usted es de derecha” , “usted es paramilitar” “no podemos votar por el amigo de chavez” “ Petro es un guerrillero” y así un infinidad  interminable de afirmaciones que entraban cualquier debate.



Podría casi afirmar con seguridad que no todo lo que se dice de Petro es verdad, ni todo lo que se dice de Duque o Uribe es cierto, es más producto de la mistificación del lenguaje del odio, de la ira de las palabras.Es ese mismo lenguaje el que deambula afanosamente en las calles de nuestros país, insultándonos, agrediéndonos, muchas veces sin entender o comprender los antecedentes históricos de alguna información.



Estamos frente a un lenguaje que particularmente  apela a las emociones para legitimar y conseguir el apoyo popular en la competencia por el poder electoral, aquí no importan argumentos, aquí es el que mas insulto.



Una metáfora es una figura retórica o tropo en el que se traslada el significado de un concepto a otro, estableciendo una relación de semejanza o analogía entre ambos términos.La palabra, como tal, procede del latín metaphŏra, que deriva del griego μεταφορ (metaphorá) que significa ‘traslación’, ‘desplazamiento’.

Ahora, como esta metáfora se inserta en el discurso político?  Las figuras sintácticas y semánticas cumplen importantes funciones en la práctica política. Entre las primeras, las figuras de amplificación, repetición, posición y omisión cumplen una función fática: despertar la atención hacia los proyectos políticos, como ocurre con el caso de los sloganes. Las figuras semánticas o tropos, en cambio, cumplen una función referencial: modelan el sentido de las propuestas.

 Como recurso de carácter semántico, la metáfora participa en la construcción del cualquier tipo de discurso. Los seres humanos utilizan metáforas cotidianamente. Cumplen la función de permitir comprender las experiencias humanas. Términos procedentes de un ámbito conceptual, utilizados en la comprensión de una experiencia humana, se emplean en un discurso receptor que permite comprender otra experiencia humana; así, por ejemplo, términos procedentes del sistema conceptual bélico son utilizadas en la construcción del discurso político o deportivo.

Las metáforas también cumplen una función pragmática: todo discurso, estructurado desde una perspectiva metafórica de la realidad, tiene consecuencias en la acción social. Dirven (1989: 24-5) denomina a estas metáforas estratégicas o partidistas. Lasswell y Kaplan (1950:103-4) afirman que los símbolos se usan para establecer iniciar, mantener o alterar las prácticas de poder; es decir, aparece el símbolo en su capacidad de impulsar sentimientos o acciones, más que en su capacidad de representación.

 Las metáforas permiten enmarcar narrativamente las estrategias y tácticas que los actores sociales quieren emprender para solucionar las problemáticas que plantean. Mediante un uso estratégico de las metáforas, un actor nombra las estrategias (y el conjunto de tácticas) que ejecutará para que los demás actores (políticos con poder de decisión, actores opositores o su propia población de refe-rencia) legitimen su propuesta.

 Pero es evidente que el sistema metafórico en el lenguaje en Colombia que más se utiliza es el bélico,  al analizar la metáfora conceptual de la discusión como guerra, destacan su amplio uso en la comunicación humana; afirman que interpretamos, pensamos y actuamos en las discusiones en términos bélicos y claro que esta situación genera réditos lectorales tanto para quien tilda de izquierdosos a otro como al que tilda de derecha y oligarca a otro.

 Gustavo Petro demuestra con su lenguaje político el lenguaje del odio, el resentimiento social, el deseo de acabar con un enemigo y ese enemigo se llaman los  Ricos; y creo que eso no le hace nada bien a la política.

 Pero Por otro lado Álvaro Uribe con su lenguaje guerrerista, tilda de enemigo a todo el que no esté a su favor, de guerrillero a quien no comparte sus ideas, y tal es su talante, que sus seguidores le imitan.

 Pero los colombianos no podemos seguir creyendo en una mentira porque terminará por convertirse en verdad, no podemos estar polarizados, somos colombianos, somos hermanos juntos construimos nación, el que profesa ideas comunistas, el que le gusta el liberalismo, hasta el líder más conservador, todos podemos apostarle a la democracia, pero una democracia libre de metáforas, metáfora en el lenguaje político.

 Lo que la sociedad debe pedirle a sus dirigentes y líderes políticos es que acaben ya con ese lenguaje bélico de estigmatizar, desde Álvaro Uribe Vélez, pasando por Gustavo Petro, Claudia López, Roy Barreras, y terminando hasta con el concejal o edil más cercano en su comunidad, y nosotros desde nuestra parte cambiar la estructura del lenguaje, el respeto, la serenidad, la comprensión y la observación.

No hay nada más falso que afirmar que Gustavo Petro es un izquierdoso comunista, el no discute las esencias conceptuales del desarrollo; Por el contrario, respeta el crecimiento económico y defiende las exportaciones de materias primas como si fueran avances en el desarrollo. Es cierto que en algunos casos hay una retórica de denuncia al capitalismo, pero en la realidad prevalecen economías insertadas en éste, en muchos casos colocándose la llamada “seriedad macroeconómica” o la caída del “riesgo país” como logros. La izquierda clásica entendía las imposiciones del imperialismo, pero el progresismo actual no usa esas herramientas de análisis frente a las desigualdades geopolíticas actuales, tales como el papel de China en nuestras economías. La discusión progresista apunta a cómo instrumentalizar el desarrollo y en especial el papel del Estado, pero no acepta revisar las ideas que sostienen el mito del progreso. Entretanto, el progresismo retuvo de aquella izquierda clásica una actitud refractaria a las cuestiones ambientales, interpretándolas como trabas al crecimiento económico.

El progresismo es una nueva expresión de la izquierda, con rasgos típicos de las condiciones culturales latinoamericanas, y que ha sido posible bajo un contexto económico global muy particular. No puede ser calificado como una postura conservadora, menos como un neoliberalismo escondido. Pero no se ubica exactamente en el mismo sendero que la izquierda construía hacia finales del siglo XX. En realidad se está apartando más y más a medida que la propia identidad se solidifica.

 Por otro lado al candidato Iván Duque lo tildan de extrema de derecha, nada más falso, y ello se origina en la imaginación de aquellos, quienes supondrán que Duque planea realizar acciones de estirpe extrema como estas doce:

  Desmantelar y hacer trizas los acuerdos Santos-Timo.

Perseguir y apresará a los opositores por el simple hecho de serlo.

Clausurar los medios de oposición por igual razón.

Suprimir todo tipo de subsidios a las familias más vulnerables.

Ilegalizar las agremiaciones sindicales.

Declarar plena libertad de inversión extranjera.

Eliminar el máximo de restricciones en la explotación de los recursos naturales.

Volver al Estado confesional.

Prohibir la unión gay.

Favorecer al capital y desfavorecer al trabajo.

Restringir o prohibir la protesta social.

Privatizar los servicios públicos, la educación, la salud y otros frentes nucleares.

Pero Iván Duque jamás ha expresado que tomaría algunas de tales decisiones contra la igualdad, la libertad o la paz? No existe ningún fundamento. Por lo tanto, la razón “imaginación” igualmente se descarta y se concluye que eso de decir y repetir que es de extrema derecha es pura munición electoral.


No nos dejemos usar más por el uso maquiavélico del lenguaje guerrerista de nuestros líderes políticos, porque lo que se construye es solo desde el imaginario político, pero en la realidad no existe.

Omar Colmenares Trujillo.









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