IZQUIERDA…DERECHA
METÁFORA
DEL LENGUAJE POLÍTICO EN COLOMBIA.
Este no es un artículo académico de los que acostumbro a
escribir en este espacio de difusión de ideas políticas y otras cosas, las
letras que aquí se escriben son la manifestación sentida de las consideraciones
filosóficas que tengo respecto de uno de los temas no solo coyunturales, sino de trascendencia
histórica que por largos años han desatado una guerra fratricida y abyecta en
Colombia.
Por
esto, el lenguaje escrito que estoy utilizando no es el mismo que uso cuando me
dedico a reseñar las ideas políticas de algún pensador o filósofo, por el
contrario y de un modo más simple y sin abstracciones, pretendo escribirle al
ciudadano de a pie, a ese personaje que todos los días lustra mis zapatos en el
centro de Bogotá, y que merece mi respeto y admiración.
Pero curiosamente, y sin premeditarlo
estoy hablando del lenguaje que por estos día y a las puertas de una segunda
vuelta de elección presidencial en Colombia, está al rojo vivo, en los debates,
en las audiencias públicas y por supuesto en las redes sociales; Pues
bien, es a ese lenguaje al que me voy a referir en esta oportunidad, al
lenguaje político, ese que irresponsablemente y sin distingo alguno utilizan
nuestros caciques policastros para defender dizque posiciones, y digo
irresponsable porque a ellos le debemos en gran medida la polarización en
nuestro país.
Los
políticos han protagonizado fuertes rifirrafes virtuales con sus críticos. Son
incontables, por ejemplo, las veces en las que en los últimos siete años el
senador Uribe ha arremetido contra el presidente Juan Manuel Santos, y
viceversa.
“Tras
de bufón, ladrón”, “canalla”, “traidor”, le ha dicho Uribe a su ex ministro de
Defensa en varias oportunidades. Santos, por su parte, le ha respondido con la
misma moneda y con calificativos como “rufián de esquina”, “pajarraco y buitre
al acecho” y “enemigo de la paz”.
Todos
somos responsables de lo que estamos viendo y viviendo los políticos que las
plantean, los medios que le hacen eco y los ciudadanos que los adoptan. Este es
un esquema muy efectivo, pero muy costoso socialmente. No cohesiona a la
sociedad, sino que al divide.
La reconocida politóloga Sandra Borda afirmó que esta “no es más
que una estrategia política clara que cobra vida en las redes sociales, donde
no funciona el poder regulador que tienen los medios de comunicación”.
Pero lo más grave es que nos han hecho creer a los
colombianos que realmente estamos polarizados, que usted es de derecha o
izquierda.
El lenguaje político en Colombia no se ha utilizado para
presentar argumentos, o trasmitir simplemente el pensamiento, el lenguaje se ha
utilizado como arma de guerra y destrucción, como si estuviéramos en
un constante cambo de batalla, “usted es de derecha” , “usted es paramilitar”
“no podemos votar por el amigo de chavez” “ Petro es un guerrillero” y así un
infinidad interminable de afirmaciones que entraban cualquier debate.
Podría casi afirmar con seguridad que no todo lo que se dice
de Petro es verdad, ni todo lo que se dice de Duque o Uribe es cierto, es más
producto de la mistificación del lenguaje del odio, de la ira de las palabras.Es
ese mismo lenguaje el que deambula afanosamente en las calles de nuestros país,
insultándonos, agrediéndonos, muchas veces sin entender o comprender los
antecedentes históricos de alguna información.
Estamos frente a un lenguaje que particularmente apela
a las emociones para legitimar y conseguir el apoyo popular en la competencia
por el poder electoral, aquí no importan argumentos, aquí es el que mas insulto.
Una metáfora es una figura retórica o tropo en el que se
traslada el significado de un concepto a otro, estableciendo una relación de
semejanza o analogía entre ambos términos.La palabra, como tal, procede del
latín metaphŏra, que deriva del griego μεταφορά (metaphorá) que significa ‘traslación’, ‘desplazamiento’.
Ahora, como esta metáfora se inserta en el discurso político? Las
figuras sintácticas y semánticas cumplen importantes funciones en la práctica
política. Entre las primeras, las figuras de amplificación, repetición,
posición y omisión cumplen una función fática: despertar la atención hacia los
proyectos políticos, como ocurre con el caso de los sloganes. Las figuras
semánticas o tropos, en cambio, cumplen una función referencial: modelan el
sentido de las propuestas.
Como
recurso de carácter semántico, la metáfora participa en la construcción del
cualquier tipo de discurso. Los seres humanos utilizan metáforas
cotidianamente. Cumplen la función de permitir comprender las experiencias
humanas. Términos procedentes de un ámbito conceptual, utilizados en la
comprensión de una experiencia humana, se emplean en un discurso receptor que
permite comprender otra experiencia humana; así, por ejemplo, términos
procedentes del sistema conceptual bélico son utilizadas en la construcción del
discurso político o deportivo.
Las
metáforas también cumplen una función pragmática: todo discurso, estructurado
desde una perspectiva metafórica de la realidad, tiene consecuencias en la
acción social. Dirven (1989: 24-5) denomina a estas metáforas estratégicas o
partidistas. Lasswell y Kaplan (1950:103-4) afirman que los símbolos se usan
para establecer iniciar, mantener o alterar las prácticas de poder; es decir,
aparece el símbolo en su capacidad de impulsar sentimientos o acciones, más que
en su capacidad de representación.
Las
metáforas permiten enmarcar narrativamente las estrategias y tácticas que los
actores sociales quieren emprender para solucionar las problemáticas que
plantean. Mediante un uso estratégico de las metáforas, un actor nombra las
estrategias (y el conjunto de tácticas) que ejecutará para que los demás
actores (políticos con poder de decisión, actores opositores o su propia
población de refe-rencia) legitimen su propuesta.
Pero
es evidente que el sistema metafórico en el lenguaje en Colombia que más se
utiliza es el bélico, al analizar la metáfora conceptual de la
discusión como guerra, destacan su amplio uso en la comunicación humana;
afirman que interpretamos, pensamos y actuamos en las discusiones en términos
bélicos y claro que esta situación genera réditos lectorales tanto para quien
tilda de izquierdosos a otro como al que tilda de derecha y oligarca a otro.
Gustavo
Petro demuestra con su lenguaje político el lenguaje del odio, el resentimiento
social, el deseo de acabar con un enemigo y ese enemigo se llaman los Ricos;
y creo que eso no le hace nada bien a la política.
Pero
Por otro lado Álvaro Uribe con su lenguaje guerrerista, tilda de enemigo a todo
el que no esté a su favor, de guerrillero a quien no comparte sus ideas, y tal
es su talante, que sus seguidores le imitan.
Pero
los colombianos no podemos seguir creyendo en una mentira porque terminará por
convertirse en verdad, no podemos estar polarizados, somos colombianos, somos
hermanos juntos construimos nación, el que profesa ideas comunistas, el que le gusta
el liberalismo, hasta el líder más conservador, todos podemos apostarle a la
democracia, pero una democracia libre de metáforas, metáfora en el lenguaje
político.
Lo
que la sociedad debe pedirle a sus dirigentes y líderes políticos es que acaben
ya con ese lenguaje bélico de estigmatizar, desde Álvaro Uribe Vélez, pasando
por Gustavo Petro, Claudia López, Roy Barreras, y terminando hasta con el
concejal o edil más cercano en su comunidad, y nosotros desde nuestra parte
cambiar la estructura del lenguaje, el respeto, la serenidad, la comprensión y
la observación.
No hay nada más falso que afirmar que Gustavo Petro es un
izquierdoso comunista, el no discute las esencias conceptuales del desarrollo;
Por el contrario, respeta el crecimiento económico y defiende las exportaciones
de materias primas como si fueran avances en el desarrollo. Es cierto que en
algunos casos hay una retórica de denuncia al capitalismo, pero en la realidad
prevalecen economías insertadas en éste, en muchos casos colocándose la llamada
“seriedad macroeconómica” o la caída del “riesgo país” como logros. La
izquierda clásica entendía las imposiciones del imperialismo, pero el
progresismo actual no usa esas herramientas de análisis frente a las
desigualdades geopolíticas actuales, tales como el papel de China en nuestras
economías. La discusión progresista apunta a cómo instrumentalizar el
desarrollo y en especial el papel del Estado, pero no acepta revisar las ideas
que sostienen el mito del progreso. Entretanto, el progresismo retuvo de
aquella izquierda clásica una actitud refractaria a las cuestiones ambientales,
interpretándolas como trabas al crecimiento económico.
El progresismo es una nueva expresión de la izquierda, con
rasgos típicos de las condiciones culturales latinoamericanas, y que ha sido
posible bajo un contexto económico global muy particular. No puede ser
calificado como una postura conservadora, menos como un neoliberalismo
escondido. Pero no se ubica exactamente en el mismo sendero que la izquierda
construía hacia finales del siglo XX. En realidad se está apartando más y más a
medida que la propia identidad se solidifica.
Por
otro lado al candidato Iván Duque lo tildan de extrema de derecha, nada más
falso, y ello se origina en la imaginación de aquellos, quienes supondrán que
Duque planea realizar acciones de estirpe extrema como estas doce:
●
Desmantelar y “hacer
trizas”
los acuerdos Santos-Timo.
● Perseguir y apresará a los opositores por el simple hecho
de serlo.
● Clausurar los medios de oposición por igual razón.
● Suprimir todo tipo de subsidios a las familias más vulnerables.
● Ilegalizar las agremiaciones sindicales.
● Declarar plena libertad de inversión extranjera.
● Eliminar el máximo de restricciones en la explotación de los recursos naturales.
● Volver al Estado confesional.
● Prohibir la unión gay.
● Favorecer al capital y desfavorecer al trabajo.
● Restringir o prohibir la protesta social.
● Privatizar los servicios públicos, la educación, la salud y otros frentes nucleares.
Pero
Iván Duque jamás ha expresado que tomaría algunas de tales decisiones contra la
igualdad, la libertad o la paz? No existe ningún fundamento. Por lo tanto, la
razón “imaginación” igualmente se descarta y se concluye que eso de decir y
repetir que es de extrema derecha es pura munición electoral.
No
nos dejemos usar más por el uso maquiavélico del lenguaje guerrerista de
nuestros líderes políticos, porque lo que se construye es solo desde el
imaginario político, pero en la realidad no existe.
Omar Colmenares Trujillo.
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