sábado, 9 de marzo de 2019

EL FANATISMO ELECTORAL EN ARAUCA





EL FANATISMO ELECTORAL EN ARAUCA





Creo que es un hecho notorio que cada vez que hay elecciones regionales en Arauca, la cosa se poner color de Hormiga, pues en una tierra de indios y caciques es apenas natural; y es que el fanatismo sale a relucir con gran preeminencia, ese fanatismo electorero, por demás vulgar y ruin, que no conoce limites, en donde se acude a toda clase de bajezas e insultos, y todo porque hay diferencias, solo por eso, por la falta de tolerancia.


Pero es que ese fanatismo político con el que crecí es el que ha marcado el derrotero en Arauca, ese mismo fanatismo que no es más que un subproducto de la ignorancia, fruto del impulso y el apasionamiento desbocado, donde el odio emerge como un  rey sin corona, cap’az de provocar las mas avergonzantes controversias.

 ¡ Callese hijueputa!,  usted es un malparido!  “Claro como Pepito no le dio contratos” “ “ y ese hijueputa porque se mete con mi Gobernador” “ Ese es un Gonorrea”  expresiones de este calibre, que hago mal en repetir, pero que señalo como ejemplo, no son más que el síntoma de un fanatismo electoral, fanatismo que solo a través de la educación política debemos enfrentar, pro eso en esta oportunidad nos vamos a ocupar de este tema.

La historia, tan sabia, responde a las preguntas ¿qué es el fanatismo? y ¿por qué es peligroso a nivel psicosocial? El arquetipo del fanatismo se ha construido en el devenir del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (Nazi). Su líder, Adolf Hitler, fue un exaltador del fervor irracional de sus seguidores, y en su libro “Mi lucha” dice: “el porvenir de un movimiento depende del fanatismo con que lo exalten sus partidarios”, para más adelante agregar: “la grandeza de cualquier organización radica en el espíritu de religioso fanatismo e intolerancia con que se ataca”

El problema principal de los fanáticos es que renuncian a una condición fundamental: la duda. Los fanáticos no dudan, se erigen conocedores del universo y sus causas, de la verdad, la belleza, la ley y el orden. En la coyuntura actual de Colombia, los seguidores del Centro Democrático son un buen caso de estudio para conocer al fanatismo; rondan en sus repertorios interpretativos frases como: “el que Uribe diga”, “lo que Uribe diga”, “Uribe puede sacar al país adelante”, etc. Estas frases muestran dos características del fanatismo: el fanático renuncia a las ideas, los argumentos, los proyectos y los procesos por acoger a una persona como el todo, que por más capaz que sea –según sus seguidores-, tiene limitaciones e imperfecciones como cualquier otra persona. La segunda es que los fanáticos, como dice Amos Oz, solo saben contar hasta uno, no pueden contar más porque si cuentan hasta dos van a saber que existe más que uno; es decir, que hay más que su líder supremo.

Pero más problemático es saber que el fanatismo no tiene color; pertenece a la izquierda y la derecha, a los rojos y los azules, a todos los que intentan hacer política, e inclusive los que luchan contra el fanatismo de modo enfurecido también se contagian. Manon Roland en 1973, cuando caminaba delante de la estatua de los revolucionarios franceses dijo: “O Libertè! O Libertè que de crimes on commet en ton nom” (Libertad, ¡qué crímenes se cometen en tu nombre!). Y haciendo un ejercicio imaginativo podemos sustituir la palabra libertad por otra y vamos a saber que los principales errores de la humanidad se han realizado bajo las banderas del fanatismo.

Hannah Arendt, siguió los juicios de Núremberg (los juicios en contra de los generales Nazis que sobrevivieron a la guerra y fueron juzgados por la comunidad internacional) y llegó a una conclusión, expuesta en su libro La condición humana; los generales Nazis se defendían replicando que solo obedecían órdenes, por lo tanto, su grado de culpabilidad era menor. Sin embargo, para Arendt esa condición los hacía igual de culpables, puesto que el ser humano se define por su capacidad de dudar, y ellos renunciaron a esa condición. Posteriormente, en un texto llamado Eichmann en Jerusalén, Hannah Arendt acuña el término banalidad del mal para recalcar que con una persona que renuncie a su condición de duda y libre albedrío y obedezca sin reparos, es suficiente para que el mal aparezca.

Creo que precisamente el fanatismo nos tiene dónde estamos, y la culpa no es más que nuestra. Hemos sido partícipes de este fanatismo electoral. No hay que ir muy lejos. En redes sociales retuitean y postean todo cuanto escriben ciertos candidatos. Hay algunas personas que ya saben por quién votar, les hacen publicidad pero ni siquiera saben qué propuesta va a llevar a cabo su candidato en educación, empleo, salud, seguridad, economía, entre otros asuntos. No tenemos ni idea sobre lo que va a hacer nuestro candidato y ya les hacemos campaña.

Este estilo de fanatismo se distingue en mi Arauca Vibrador con un casi aforismo a mi juicio: “Ese es el pollo” pollo que se les ha quemado mucho, pero mucho en el horno, pollo que se ha robado dineros de la educación y la salud, pollo que está más que podrido, pero es que “ese es el hombre” sin siquiera plantearnos al necesidad de estudiar planteamiento o propuesta alguna






Y presten mucha atención a lo que voy a decir en el siguiente párrafo, pues he aquí algunas preguntas que debemos hacernos antes de ir como burrito al potrero, repitiendo arengas con afiches y repartiendo volantes.


Tenemos que tener en cuenta la hoja de vida del candidato, si ha participado en gobiernos anteriores, si ha estado involucrado en escándalos, si ha sido de esos candidatos volátiles que están siempre bajo el sol que más caliente. Ver cómo ha sobrellevado situaciones, que tan analítico es, qué opinión tienen sobre lo acontecido en el mundo, quiénes son los que lo rodean, cómo se desempeña ante la presión, cómo trata a sus subalternos, si es de esos que se la pasa echándole agua sucia a otros para sobresalir o es de esos que pone carita de bueno y se cuelga la medalla de lo último que hizo.

Ellos hablan de erradicar la corrupción y eso debe iniciar desde la campaña electoral. Todas las sedes de los candidatos a la presidencia, al concejo, al senado, a las alcaldías siempre están llenas de gente que trabajan ahí día y noche. A muchos de ellos no les pagan, pero estos “voluntarios” esperan que su candidato gane y les consiga una corbata en un puesto público, un deseo que tienen miles de colombianos.

Muchos de nuestros candidatos hacen propuestas tan ambiguas, que no concretan nada pero que se leen bonito como por ejemplo: “mi propuesta será crear un país solidario, incluyente y de oportunidades” y ahí llegan los aplausos… y eso ¿en qué se traduce?,  ¿Dónde está el hecho concreto que convertirá al país en incluyente, solidario y de oportunidades? O “convertir a Colombia en la meca del emprendimiento en Latinoamérica y al agro en generador de riqueza y prosperidad” Pero vuelvo y pregunto: ¿Cómo? En campaña nos venden palabras bonitas, pero siempre esas propuestas deben ir acompañadas de un cómo.

Colombia necesita un gerente, una persona que sepa liderar equipos de trabajo, que tenga conocimiento de su región, inteligencia ejecutiva y emocional, habilidades para la negociación, liderazgo, capacidad de delegar y de dar resultados. Que sus propuestas sean concretas y realistas.

Los fanatismos políticos enceguecen la razón, enajenan el sentido crítico y los elementos de juicio que debemos tener para elegir a las personas más expertas y probas y, por contera, caldean los ánimos, exacerban los odios, hasta llegar a instigar a la violencia que incluye la persecución de las personas que no comulgan con las creencias y opiniones que adoctrinan sus credos.

Preocupa que, desde la óptica del fanático, la mirada objetiva de quienes analizan a profundidad las tesis de los candidatos en contienda sirva para que estos sean estigmatizados y vistos como enemigos si sus comentarios no favorecen a sus líderes con ribetes de caudillo.

El fanático político “ve lo que quiere ver” en sus caudillos: bondades inexistentes y, peor aún, en medio de la podredumbre política, funcionarios destituidos y condenados por la Justicia por inmoralidad administrativa y desfalco del erario, hacen el elogio del avivato cual virtuoso.

Ninguna ideología política justifica ni el fanatismo ni la violencia psicológica o física; tampoco se justifica un voto amañado por un candidato no probo para obtener luego favores non sanctos.

El fanatismo político es enemigo de la conciencia electoral.
 Y es que de nada sirve andar peleando con tus familiares y amigos por preferencias políticas, en últimas así gane tu candidato, las elecciones pasarán, mientras que tu familia y amigos seguirán a tu lado para siempre.

Es hora de dejar los insultos y ofensas de lado, nadie tiene por que andar imponiendo sus preferencias políticas por encima de los demás.

Sería genial que cada quien tuviera la capacidad de elegir la mejor opción no solo para el país sino también para su vida, para sus hijos, amigos y familiares.

Pero no elegir desde el desconocimiento y la ignorancia, más bien elegir desde la evaluación de las propuestas.

No podemos hacernos los de la vista gorda, en este país hay tanto fanatismo que la gente a veces ni se preocupa por conocer las propuestas de su candidato, simplemente se dejan llevar por las noticias, en muchos casos falsas y llegan a las urnas a votar llenos de mentiras en la cabeza.

Que no nos pase lo que pasó en Estados Unidos, en donde la manipulación de los electores hizo que se perdiera una oportunidad de oro de tener por fin una mujer preparada como Hillary Clinton de presidente.



Comencemos a pensar en que estamos en una nueva era, de la información, la tecnología, el conocimiento. Hoy en día no es más exitoso el que es más fuerte sino el que toma mejores decisiones.

Dejemos de echarnos el pajazo mental de que votamos por uno u otro candidato porque es el que más oportunidades tiene de ganar, ese es un pensamiento acomodado y facilista.

Si de verdad quiere votar por un candidato, aunque las encuestas no le favorezcan, entonces hágalo, vote por él.

Además, está demostrado que las encuestas se equivocan, ocurrió en USA, Inglaterra y hasta aquí en Colombia.

Para combatir el fanatismo hay dos caminos: el sentido del humor y la activa lectura.

Los fanáticos tienen en su discurso las tragedias más grandes de la historia y su solución es contar las epopeyas de un líder. “Si gana Petro nos vamos a volver el peor país del mundo, van a violar a los niños y habrá una dictadura” he podido escuchar por ahí y sus epopeyas –aunque simples- narran que “Uribe logró lo que nadie bajo su mandato, todos lo traicionaron pero él resurgió de las cenizas”. Por eso la clave no son los argumentos ni las exaltaciones, sino el sentido del humor. Las píldoras de humor generan una atmósfera de duda, y los fanáticos siempre están detrás de la última palabra. El humor genera que podamos ver lo ridículos que somos luchando por personas que ni nos conocen y que son tan ajenas a nuestra cotidianidad, pues no conozco algún líder político que ahora esté sufriendo para pagar servicios o para pagar el SOAT -bueno sí, Corzo, pero ya se quemó-. El humor nos libera de la carga y la pesadez de la vida e introduce a los fanáticos en una situación de extremo relativismo que ellos odian. El fanatismo no se combate con más fanatismo; se combate con chistes y con la exageración de las formas, diría el filósofo latinoamericano Bolívar Echeverría.

Por último, los lectores serios no se convierten en fanáticos. Lo dice Estanislao Zuleta en Sobre la lectura: leer, en el sentido duro de la palabra, es una invitación a la duda, es una invitación a emprender un camino de pocas certezas para llegar a conclusiones parciales y con muchas limitaciones. Los que buscan en la lectura respuestas, hacen una lectura instrumental, al igual que el fanático que selecciona del medio algo para justificar sus ideas, borra del mapa otras opciones; no quiere montañas ni bosques, quiere arena y por eso busca arena. La lectura es un viaje a más visiones del mundo y, por ende, es una receta contra el fanatismo desaforado en tiempos electorales. La lectura nos interpela en nuestro desconocimiento y reconocer ese desconocimiento, esa visión parcial y confinada, nos vuelve inmunes al fanatismo.


Hasta Pronto.


OMAR COLMENARES 






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