QUIENES
QUIEREN LA GUERRA EN COLOMBIA?
“UN
ANALISIS POLITICO”
“La
guerra es una invención de la mente humana; y la mente humana también puede
inventar la paz.” Winston Churchill
Quienes quieren la
guerra? Podría iniciar este artículo con
la conclusión y empezar desde luego a extrapolar la argumentación con el único
objetivo de presentar solidez en mis apreciaciones al respecto, dirigirme a
elaborarlo bajo los viejos parámetros de la construcción literaria de un
artículo más.
Hace pocos días
presente un artículo llamado ¿cómo Evitamos la guerra? En donde acudí a las
ciencias políticas para abordar los conceptos de guerra, terrorismo, población
civil, entre otras y sentar algunos supuestos de cómo podemos evitar la
generación de más violencia, pues bien; creo que nadie en Colombia y cuando
sostengo que nadie me refiero a los colombianos de bien, a los que están dentro
de la legalidad, así como usted, quieran la Guerra.
Y es que este artículo
nace Prima facie por la metáfora de algunos, dentro de este imaginario político
macondiano, que sostienen que el presidente de Colombia Iván Duque quiere la
Guerra, Que Donald Trump quiere la Guerra, que todos quieren la guerra menos
quienes en este justo momento empuñan las armas.
Desde luego que estas
aseveraciones para algunos calumniosas, no son más que el fruto de un
empobrecido debate en quienes aún no se levantan del fracaso de las elecciones
presidenciales y que ejercen una oposición perversa y han hecho un discurso
maniqueista expuesto en la mesa de una izquierda arrogante y prepotente, que
ataca todo cuanto este gobierno presenta.
En muchos sentidos la
guerra y terrorismo son muy similares. Ambas implican actos de extrema
violencia, están motivados por consideraciones políticas, ideológicas o fines
estratégicos, y son causados por un grupo de individuos contra otro. Sus
consecuencias son terribles para los miembros de la población, ya sea
intencionadamente o no. La guerra tiende a ser más generalizada y la destrucción
es probable que sea más devastadora porque a menudo se lleva a cabo por estados
con ejércitos y grandes arsenales de armas a su disposición. Los grupos
terroristas rara vez tienen los recursos financieros y profesionales de los
estados.
Aparte de los métodos
utilizados y del grado de violencia, la guerra y el terrorismo se perciben
también de forma diferente en el derecho internacional. Las diferencias no
siempre son claras e incluso los expertos pueden estar en desacuerdo acerca de
si una campaña violenta se considera terrorismo, guerra civil, insurrección,
legítima defensa, legítima determinación, u otra cosa.
La Asamblea General de
las Naciones Unidas tiende a utilizar la siguiente definición en sus
pronunciamientos sobre el terrorismo:
“Actos delictivos
concebidos o planeados para provocar un estado de terror en la población en
general, en un grupo de personas o en determinadas personas que son
injustificables en todas las circunstancias, cualesquiera que sean las
consideraciones políticas, filosóficas, ideológicas, raciales, étnicas,
religiosas o de cualquier otra índole que se hagan valer para justificarlos”.
Y atendiendo a este
concepto, es claro que quienes hacen terrorismo, quienes crean zozobra en la
población civil son los grupos armados ilegales ( Guerrillas, paramilitares,
Bacrim y otros).
El terrorismo: una
clasificación
Algunos de los
siguientes criterios se han considerado importantes a la hora de decidir si un
acto es “terrorismo”. Ten en cuenta que no todos los expertos están de acuerdo:
El acto está
políticamente inspirado
Un acto de terrorismo
normalmente tiene un objetivo final que es “mayor”, y más estratégico que el
efecto inmediato del acto. Por ejemplo, un atentado con bomba contra civiles
está destinado a cambiar la opinión pública con el fin de ejercer presión sobre
el gobierno.
El acto debe implicar
violencia o amenaza de violencia
Algunos piensan que la
sola amenaza de la violencia, si realmente es creíble, puede ser también un
acto de terrorismo, debido a que causa temor entre aquellos a quienes se
dirige, y puede ser utilizada con fines políticos.
Un acto de terrorismo
está diseñado para tener un fuerte impacto psicológico
Los actos terroristas
a menudo se dice que son de naturaleza arbitraria o aleatoria, pero en realidad
los grupos tienden a seleccionar objetivos cuidadosamente a fin de provocar la
máxima reacción, y también, en la medida de lo posible, alcanzar los símbolos
del régimen.
El terrorismo es el
acto de sub-grupos del estado, no de los estados
Esto es probablemente
lo más ampliamente discutido entre los diferentes expertos y observadores. Los
estados-nación tienden a usar esto como la esencia de un acto terrorista, pero
si nos limitamos a los actos de terrorismo a los sub-grupos del estado, ya
hemos decidido que un acto violento realizado por un estado no puede ser
terrorismo, por terrible que sea.
El terrorismo implica
deliberadamente a los civiles como blanco
Este criterio también
es discutido por muchos expertos, ya que descarta la posibilidad de que se
clasifiquen como ataques terroristas los que van contra el personal militar o
de otro tipo, como los funcionarios del estado, los políticos o policías.
Frente a estas
definiciones que puede hacer el estado Colombiano, arrodillarse, humillarse y
pedirle a estos grupos extremistas que cesen su actuar que se lleguemos a una
negociación política, pero claro una negociación política es admisible, pero no
llegando con un estado en desventaja, no señor, el estado es el estado, el
posee y debe ser así el único elemento de fuerza.
ACTORES
DEL TERRORISMO EN COLOMBIA
Los actores
principales del conflicto armado de Colombia han sido dos en la primera fase
(1964-1980) y tres, en la segunda (1980-2015), sin dejar de lado otros actores
sociales y políticos que cumplen papeles importantes.
- Fase 1964-1980:
sobresalen la confrontación de las “guerrillas de primera generación” y las
Fuerzas Militares y fue caracterizada por el debilitamiento de la guerrilla a
finales de los sesenta y principios de los setenta.
- Fase 1980-2015: esta
fase ha permitido que el conflicto se agudice tras la aparición de los grupos
paramilitares y los “recursos financieros sin antecedentes provenientes del
tráfico de drogas, el secuestro y la extorsión”, lo que dio pie a lo que los académicos
denominan “terceros oportunistas”, es decir organizaciones criminales o agentes
políticos que han buscado obtener beneficios particulares con el conflicto.
Actores
armados y legitimidad política:
En el debate público
colombiano es frecuente escuchar formulaciones que recalcan la ilegitimidad de
la acción armada por recurrir precisamente a la violencia o por carecer de
formulaciones ideológicas o en términos más amplios de ideales que sustenten la
lucha. En el primer caso está en juego la idea liberal de que las relaciones
políticas deben desprenderse del consentimiento y deben excluir la coerción
física. En el segundo caso, está idea es parcialmente matizada con el supuesto
de que ciertos ideales —de comunismo, socialismo o reforma política— sustentaron
en el pasado el uso de la violencia pero ya no tienen más acogida o pertinencia
histórica.
Así por ejemplo,
varios investigadores han mostrado que la guerrilla de las Farc contó y cuenta
con importantes grados de legitimidad y aceptación en sociedades locales de
reciente poblamiento y en la que el grupo armado como tal, acompaño y defendió
los procesos de colonización de territorios que hasta ese momento eran
registrados por el estado como baldíos o sin dueños claramente conocidos. En
estas sociedades localizadas en el sur de Colombia, la guerrilla favoreció un
proceso que se ha llamado de “colonización armada” y que dio origen a la
constitución de un “campesinado ilícito”. En estas sociedades, los campesinos
conceden legitimidad a la acción guerrillera no porque compartan con ella los
postulados de la acción revolucionaria, sino porque la organización armada hadenunciado
la exclusión económica y política de los campesinos y ha asumido funciones de
regulación política local. Varios estudios muestran, por ejemplo, que en estas
zonas los grupos de guerrilla regulan la explotación de recursos naturales,
organizan los asentamientos, distribuyen responsabilidades económicas entre los
nuevos pobladores, resuelven disputas territoriales, entre otras funciones.
La estrecha
vinculación del grupo de guerrilla con estas sociedades locales de reciente
poblamiento en los años sesenta y setenta hizo que estas zonas fueran
clasificadas como zonas “históricas” de la guerrilla y que en ellas el grupo
armado se estableciera como red de poder y definiera o contribuyera con la
definición de las jerarquías y preeminencias políticas locales. Para que esto
quede claro conviene recordar los procesos expuestos en otras fichas elaboradas
por Fernán González y Silvia Otero en donde se caracteriza la presencia
diferenciada del estado colombiano y se recuerda que en el territorio de
Colombia coexisten regiones en donde el estado hace presencia a través de su
agentes con zonas en donde negocia la dominación con redes de poder preestablecidas
y con territorios en donde los actores armados disputan precisamente el
establecimiento de tales redes de dominación.
Es necesario entonces
situar las preguntas por la legitimidad de los actores armados y en este caso
concreto de las Farc en un mapa que recuerde la desigual incorporación de
territorios y de sectores sociales a la dominación estatal. En efecto, la
creación de la guerrilla de las Farc está estrechamente conectada con la
radicalización política de sectores campesinos que fueron “abandonados” por las
dirigencias bipartidistas liberales durante el periodo de la llamada Violencia
(1948-1964). Durante esos años, intensos conflictos intra e interpartidistas,
entre los partidos tradicionales colombianos, el Liberal y el Conservador
expulsaron importantes grupos poblacionales de las zonas de antiguo poblamiento
y presionaron la colonización y la ocupación de fronteras agrarias abiertas en
distintas regiones del país. La investigación social ha mostrado que
precisamente, en las regiones a donde llegaron los campesinos que huían de la
confrontación bipartidista de los cincuenta, nacen y se consolidan los grupos
de guerrilla que van a acudir al comunismo para denunciar la exclusión
política.
Algo parecido sucede
con la legitimidad política de la que son provistos los grupos de autodefensa o
paramilitares. La guerrilla construye su legitimidad porque acompaña y favorece
los procesos de colonización y de disputa política de sectores agrarios o sociales
concretos. Por su parte, los grupos de autodefensa derivan su legitimidad de
varias y disimiles formas de acción. En unos casos, los grupos de autodefensa
expresan o recogen el interés de redes políticas recientemente afianzadas por
conectarse o articularse con los centros de poder local y regional. Varias
investigaciones muestran que la afinidad de la guerrilla con las sociedades de
reciente colonización y con incipientes clases políticas, se va resquebrajando
cuando estás últimas necesitan, para consolidarse como clases políticas y como
sectores dominantes en el nivel local y subregional, proyectarse hacia las
capitales y los centros de poder regional. La antigua alianza de la guerrilla
con las familias destacadas en los procesos de colonización se rompe y estás
últimas convertidas ahora en redes de comerciantes, funcionarios públicos y
prestantes actores locales favorecen la constitución o la introducción de
grupos de autodefensa que limiten el poder guerrillero y favorezcan la articulación
entre las sociedades locales de antigua colonización y los centros políticos y
económicos vecinos.
LA
FUERZA PUBLICA…ACTOR DEL CONFLICTO?
La Constitución de
Colombia describe la fuerza pública compuesta en forma exclusiva por las
Fuerzas Militares (Ejército, Fuerza Aérea, Armada) y la Policía Nacional;
establecidas para la defensa de la soberanía, la independencia, la integridad
del territorio nacional y del orden constitucional; y el mantenimiento de las
condiciones necesarias para el ejercicio de los derechos y libertades públicas,
y para asegurar que los habitantes de Colombia convivan en paz.
La fuerza pública no es
desde luego, como algunos sugieren que son actores de la Guerra, la fuerza
pública es víctima de este terrorismo, y son ellos los llamados a defender a los
COLOMBIANOS, no son nuestros enemigos, y tampoco pueden colocarse al mismo
nivel de los grupos armados ilegales, por más territorio que estos tengan
ocupado.
EN
COLOMBIA EXISTE UN GOBIERNO LEGÍTIMAMENTE CONSTITUIDO.
En ciencia política,
el concepto de Legitimidad está vinculado a la capacidad de un poder para
obtener obediencia sin necesidad de recurrir a la coacción que supone la
amenaza de la fuerza, de tal forma que un Estado es legítimo si existe un
consenso entre los miembros de la comunidad política para aceptar la autoridad
vigente. En este sentido el término tiene sus orígenes en el derecho privado
sucesorio y aparece vinculado a la política en relación con la restauración
monárquica tras la Revolución francesa. Esta apelación inicial a criterios
tradicionales como justificación ética del ejercicio personal del poder es
aceptada por Max Weber como uno de los tres tipos de legitimidad junto con la
legitimación carismática (los subordinados aceptan el poder basándose en la
santidad, heroísmo o ejemplaridad de quien lo ejerce) y la legitimación
racional (los subordinados aceptan el poder de acuerdo con motivaciones
objetivas e impersonales); convirtiéndola prácticamente en sinónimo de
legalidad.
Pues bien, frente a
esta noción, podemos decir que nuestro gobierno, dentro de una democracia
constitucional, es legítimo, hayamos perdido en las elecciones o no, es el
gobierno que los Colombianos eligieron con forme a las reglas y normas jurídicas
institucionales; así que la fuerza pública esta precisamente para mantener el
orden y defender la legitimidad del mismo estado, estado que no solo enmarca el
gobierno (Ejecutivo) sino las demás ramas del poder público.
Los colombianos no
podemos ser enemigos de la Fuerza pública, y ello no implique que se deban
tolerar los abusos y excesos, como la escandalosa situaciones de las
ejecuciones extrajudiciales, un episodio vergonzoso para nuestra historia, pero
aun con todos esos desaciertos, porque nuestra democracia no es perfecta,
tenemos que estar del lado del orden y del estado de Derecho.
En los últimos tiempos
muchos han terminado convirtiéndose en voceros del terrorismo, de los verdaderos
enemigos de la democracia, valiéndose de los errores brutales de la fuerza pública,
presentando un odio acérrimo contra nuestros policías y soldados, que precisamente
están para salvaguardar la vida, honra y bienes de los Colombianos; y lo más
lamentable es que estas voces en contra de la legitimidad de la fuerza pública
se levantan desde los mismos miembros de la institucionalidad que representan,
como congresistas o funcionarios públicos.
Nuestra fuerza pública
ha sido víctima del terrorismo y en ese sentido ha tenido que actuar con grandes
equivocaciones, con asesinatos a inocentes, con Homicidios y violaciones a
Derechos Humanos, pero eso desde luego no puede ser un argumento para desconocer
la institucionalidad y la defensa del orden Jurídico; por eso se ha planteado
una justicia penal militar, una justicia especial para quienes están allí en el
frente de batalla que muchas veces tienen que actuar y no hay tiempo en el
monte para estrategias y estudios e inteligencia, pues en la Ley de la selva
muchas veces el que piensa muere.
Es el estado, el único
que tiene el poder sobre las armas porque así lo quisimos los colombianos,
porque en ese contrato social ( Rousseau –Locke) dispusimos ceder un parte de
nuestros derechos con el fin de que se nos garantice la vida, la seguridad; y
quienes se rebelaron contra este orden, contra este contrato, son quienes están
generando el terror, son ellos quienes están en contra del mismo pueblo al cual
convierten en instrumento en manipulación de poder.
El estado debe asegurar
la paz y el orden y sus son sus fuerzas armadas las que están precisamente para
eso, enfrentar a quienes se le alzaron en armas, a quienes quieren la anarquía
y el caos, que no se equivoquen algunos sectores pretendiendo sostener la idea
de que es el gobierno el que hace la guerra, discurso maniqueista y perverso,
para terminar por la puerta detrás defendiendo a unas guerrillas asesinas,
criminales de lesa Humanidad.
Ya los sostuve en el anterior
artículo, ni conflicto armado, ni beligerancia, ni estatus políticos, porque
las guerrillas no tienen ninguna ideología política, lo único que quieren es
sembrar el terror en los pueblos y regiones, aprovechando la ausencia de un
estado, que está bastante lejos de satisfacer las demandas de una sociedad.
Al respecto me parece relevante
mencionar el escándalo que hay respecto de la posesión de Darío Acevedo como
director del centro de memoria histórica; las organizaciones sociales y sectores
de izquierda, se creen con el único derecho a escribir la Historia de Colombia,
una narrativa contada desde el odio por las instituciones; pero no señor, la
Historia de este país la construimos todos, y no desde una sola orilla,
nuestros soldados y policías también son víctimas, y aquí no estamos frente a
un absolutismo histórico, las historia no es absoluta, por eso hay diversidad
de corrientes en las ciencias Humanas.
Y quiero terminar este
articulo diciendo, no es la fuerza del estado quienes hacen la guerra, son los
que desafían al estado de derecho, día a día, echando bala en los pueblos y
veredas de Colombia, ellos son quienes hacen la guerra y no nuestra fuerza pública
que corre inmediatamente a defender a cientos de poblaciones del vil terrorismo.
Todos queremos la paz,
en eso no hay ninguna duda, aunque digan que los más de 700.000 inscritos en el
Centro Democrático seamos enemigos de ella. Todos queremos la paz, pero sin
igualar a nuestras fuerzas del orden con la insurgencia. Todos queremos la paz,
pero sin que pongan a pagar a todos los colombianos las indemnizaciones por los
delitos cometidos por la insurgencia. Todos queremos la paz, pero sin que se
premie a los insurgentes con curules sin ganarlas en el juego democrático de
las elecciones. Todos queremos la paz sin que se premie a los áulicos con la
mermelada del Estado.
OMAR COLMENARES TRUJILLO ANALISTA |
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