JEAN-PAUL SARTRE
La obra de Sartre abarca
un amplio espectro de campos, desde la literatura y el teatro, hasta la
política y el trabajo periodístico, además de su actividad más estrictamente
filosófica, a lo largo de un período ininterrumpido desde la primera de sus
publicaciones hasta prácticamente su lecho de muerte.
La obra filosófica de Sartre se
puede dividir en tres períodos. El primero, marcado por la influencia de la
fenomenología de Husserl. El segundo, marcado por la adopción de una postura
atea y la asimilación de los presupuestos del existencialismo, siguiendo en
este último aspecto las reflexiones de Heidegger respecto a la ontología de la
filosofía de la existencia. Y el tercero, marcado por el intento de sintetizar
el existencialismo con una visión crítica y alejada de las ortodoxias
dominantes del marxismo. Por lo demás, hay que tener en cuenta de forma general
la actividad literaria de Sartre, continuada a lo largo de toda su vida, así
como la actividad periodística y su constante preocupación por las cuestiones
sociales y políticas, que hicieron de él un modelo de referencia para los
intelectuales comprometidos con la lucha contra la injusticia y las
contradicciones sociales de su tiempo.
a) El periodo
fenomenológico
Tras su estancia en Berlín
como becario del Instituto Francés, habiendo estudiado sobre todo la filosofía
de Husserl, los primeros escritos de Sartre, escritos entre los años 1936-1940,
tienen una orientación claramente fenomenológica. Así ocurre, por ejemplo, con
su primera obra, "La trascendencia del Ego", en la que se discute la
naturaleza de la conciencia, distinguiéndose de la posición adoptada por
Husserl pero en clara dependencia con los planteamientos fenomenológicos. Lo
mismo ocurre con sus otras obras, filosóficas o literarias, de la época,
centradas las primeras en el interés por la psicología, adoptando una postura
crítica respecto a las escuelas psicológicas de su tiempo, y que llevan los
significativos títulos de "La imaginación" y "Lo
imaginario". Y respecto a las segundas, baste citar "La náusea".
b) El período
existencialista
En los años posteriores,
hasta 1952, la actividad filosófica de Sartre se vuelve hacia el
existencialismo que, a partir de la publicación de "El ser y la
nada", le van a convertir en el principal, o al menos en el más popular y
conocido, representante del existencialismo. El conocimiento de los principales
elementos de su pensamiento existencialista, que se desarrollan posteriormente,
constituyen el objeto de esta exposición, lo que se advierte explícitamente
para dejar constancia de las deliberadas limitiaciones de este trabajo.
c) El período marxista
Sin que se pueda decir que
abandona las tesis más radicales del existencialismo, Sartre, a partir de los
años 60 y hasta el final de su vida, orientará su actividad hacia el marxismo.
No, ciertamente, hacia las formas más ortodoxas de marxismo, pero mostrará
públicamente su interés hacia los países en los que el marxismo se constituyó
en una forma de poder político, aunque sin escatimar las críticas,
especialmente en aquellos aspectos en que un regimen totalitario choca con su
concepción existencialista del ser humano como libertad. De esta época datan
obras tan importantes como la "Crítica de la razón dialéctica",
considerada por algunos como la declaración de su ruptura con el
existencialismo, apreciación probablemente exagerada.
El existencialismo de
Sartre
El existencialismo es un
movimiento filosófico que se desarrolla a partir de 1927, con la publicación de
"El ser y el tiempo", de Martín Heidegger, y que alcanzó su máximo
esplendor en los años 40 del presente siglo, para decaer hacia la década de los
60. Su fundamental principio filosófico es el análisis de la existencia humana
como punto de partida para cualquier ulterior reflexión sobre lo real. Como
precursores de este movimiento hay que citar a Kierkegaard, quien influye
poderosamente en el ambiente intelectual pre-existencialista, aportando
numerosos temas de reflexión, y a Husserl, no tanto por el contenido de sus
doctrinas como por el uso que harán algunos existencialista (como Heidegger) de
su método fenomenológico. Como lugares comunes del existencialismo podemos
reseñar los siguientes puntos:
a) Todas las filosofías de
la existencia arrancan de una llamada "vivencia existencial", que es
entendida de diversos modos por los existencialistas: como fragilidad del
ser", como "marcha anticipada hacia la muerte", o como "repugnancia
o náusea general".
b) Su tema principal de
investigación es la existencia, entendida como '`un modo de ser particularmente
humano". El ser humano es, pues, el único animal que tiene existencia, en
ese preciso sentido.
c) La existencia es
concebida como una actualidad absoluta, no como algo estático, de lo que se
pueda decir que es, sino como algo que se crea a sí misma en libertad, que
deviene, que es un proyecto. La existencia, por lo tanto, es algo que pertenece
sólo a los seres que pueden vivir en libertad.
d) En consecuencia, el ser
humano es pura subjetividad, es decir, puro despliegue de su capacidad
creadora, de su capacidad de ser para sí mismo, de su propio hacerse, de su
"existir ". El ser humano se crea libremente a sí mismo, es su
libertad.
e) Pero pese a su
subjetividad el ser humano no queda cerrado en si mismo, sino que se halla
esencial e íntimamente vinculado al mundo y, en especial, a los demás seres
humanos. En su real y efectivo hacerse, la existencia deviene
"co--existencia".
f) La distinción entre
sujeto y objeto, tal como es planteada por la metafísica tradicional, es
también rechazada por los existencialistas, entre quienes prevalece la vivencia
de la realidad sobre el conocimiento de la realidad. Y en esa vivencia la oposición
sujeto/obieto queda anulada.
La realidad es vivida
fundamentalmente mediante la angustia, es decir, por medio de aquello por lo
que el ser humano se da cuenta de su finitud y de la fragilidad de su posición
en el mundo. La angustia se presenta como el modo en que el ser humano accede
al fondo último de la realidad. No olvidemos las condiciones históricas que
acompañan el surgimiento del existencialismo: entre la primera y la segunda
guerra mundial.
Entre los más destacados
representantes del existencialismo podemos destacar a los alemanes Heidegger
(que es indiferente al tema de Dios) y Karl Jaspers (que admite la
trascendencia del ser humano después de la muerte) dentro de la corriente que
se ha dado en el llamado existencialismo negativo, y en la que también se suele
encuadrar al francés Sartre (existencialismo ateo declarado y consecuente); y
el también francés Gabriel Marcel, como representante del existencialismo
teológico o espiritualista.
La filosofía de la
existencia se presenta como una filosofía pesimista, cuya conclusión es la de
que la existencia humana carece de sentido, es un absurdo (el ser humano, como
dice Sartre, es "una pasión inútil "),ya que no hay ninguna esencia,
ninguna dirección fija en la que deba desarrollarse. Pero es a partir del
reconocimiento de la existencia de donde, precisamente, al no haber ninguna
esencia prefijada, al no ser el ser humano esto o aquello, sino pura libertad,
como es posible re-construir el ser de esa existencia y, con ello, la realidad
toda y el ser humano, como un fruto de su libertad.
Jean Paul Sartre fue el
filósofo existencialista más comentado y el que alcanzó mayor notoriedad en los
círculos culturales de la Europa de la primera mitad del siglo XX, incluidos
los no existencialistas y los no estrictamente filosóficos. Esto se debe no
sólo a su obra filosófica sino, y principalmente, a su amplia producción
novelística y a sus piezas de teatro. Entre sus novelas figuran titulos tan
conocidos como "El muro" o "La náusea"; y entre sus obras
teatrales, "Las rnanos sucias", "La puta respetuosa', etc.
La noción de existencia en
el pensamiento de Sartre
La afirmación de que
"la existencia precede a la esencia" es considerada como la
característica fundamental del existencialismo. Ahora bien, la distinción entre
esencia y existencia llega a la filosofía occidental de la mano de Tomás de
Aquino, quien la había tomado de Avicena, y fue utilizada por él en el contexto
de su teología para fundamentar la distinción entre los seres contingentes y el
ser necesario, a fin de poder conciliar sus planteamientos aristotélicos con
las exigencias de la revelación y los fundamentales dogmas del cristianismo.
Según tal posición, Dios, el ser necesario, es el único ser en el que la
esencia se identifica con la existencia, es decir, el único ser cuya esencia
consiste en existir.
Todos los demás seres, sin
embargo, poseen la existencia de un modo secundario, no forma parte de su
esencia, por lo que son seres contingentes, que pueden existir o no existir.
Fueron muchos los filósofos occidentales que consideraron tal distinción
innecesaria, por cuanto la noción de existir no añade nada a la noción de la
esencia de algo real, como en el caso de la posición adoptada por Kant, o por
otras razones más o menos fundamentadas, rechazando así los planteamientos
metafísicos del tomismo.
Según tal distinción entre
la esencia y la existencia, la posición de la metafísica tradicional respecto a
la relación Dios/seres humanos podría reducirse a una sencilla explicación del
tipo: Dios piensa el ser humano (su esencia) y posteriormente lo crea, es
decir, le da existencia a la esencia pensada, del mismo modo que un artesano
piensa primero el objeto y luego lo construye según lo pensado. Ahora bien,
¿qué ocurre si suprimimos a Dios de esa relación? ¿cómo explicamos la
existencia de los seres humanos, de la realidad?
Sartre al partir de la
negación de la existencia de Dios, y no desde una posición agnóstica sino desde
un ateísmo radical, (que no es ninguna novedad en la filosofía, por lo demás, y
menos en la de finales del siglo XIX y principios del XX), formulará una
explicación distinta de lo que debemos entender por existencia, y de lo que la
existencia significa en el caso de los seres humanos. Suprimido Dios, el
esquema tradicional carece de sentido. No hay una esencia eterna a la que un
ser supremo dota de existencia. La existencia de los seres humanos no se puede
ya reducir a la realización de una esencia pensada por Dios.
Los seres humanos
"están ahí", existen como realidades que carecen de una esencia
predefinida; y en ese "estar ahí", lo que sean dependerá
exclusivamente de su modo de existir. Dado que ese existir no es algo
"añadido" a una esencia predefinida, el existir de los seres humanos
es anterior a lo que son en cuanto tales, su existir es anterior a su esencia.
Y en la medida en que su ser esto o aquello depende de su propia realización
como seres humanos, su hacerse, su existir, es un hacer libre. Los seres
humanos no están sometidos a la necesidad de corresponderse a una esencia, por
lo que la existencia debe ser asimilada a la contingencia, no a la necesidad.
Los seres humanos son libres.
"Lo esencial es la
contingencia", dice Sartre en La Náusea. "Quiero decir que, por
definición, la existencia no es la necesidad. Existir es estar ahí,
simplemente; los existentes aparecen, se dejan encontrar, pero jamás se les
puede deducir. Hay quienes, creo, han comprendido esto. Aunque han intentado
superar esta contingencia inventando un ser necesario y causa de sí. Ahora
bien, ningún ser necesario puede explicar la existencia: la contingencia no es
una máscara, una apariencia que se puede disipar; es lo absoluto y, en
consecuencia, la perfecta gratuidad. Todo es gratuito, este jardín, esta ciudad
y yo mismo".
El ser humano y la
libertad en el pensamiento de Sartre
Distingue Sartre en el
mundo dos tipos de realidades o entes, los que son "en-sí", y los que
son "para-sí". Entre estos últimos se encuentran los seres humanos,
en cuanto son conscientes de su propio ser, en cuanto existen, en el sentido
anteriormente señalado. Los demás seres simplemente son. El ser humano, siendo
consciente de su propio ser, y precisamente por ello, existe, ¿Cuál es, pues,
el ser del ser humano, el ser del para-sí? E'l ser del ser humano es la nada,
tomada en su sentido más literal.
¿Cómo llega Sartre a
alcanzar esta respuesta? El análisis de la conducta humana, basado en cierto
modo en la filosofía de Heidegger, le lleva a Sartre a descubrir en el ser
humano la posibilidad que éste tiene, frente a los demás seres, de contestar
con un no, es decir: le lleva a descubrir al ser humano como posibilidad de
negar. La interrogación nos descubre un nuevo componente de lo real, la
negatividad. Pero ¿dónde está el origen de esta nada? No puede originarse en el
ser en-sí, puesto que la noción de ser en-sí no contiene en su estructura la
nada: el ser en-.sí es pura positividad. La idea de la nada tiene que venir, en
consecuencia, del otro único tipo de ser, del ser para-sí, única realidad que
queda, excluido en ser en-sí. Dice
Sartre:
«Debe, por tanto, existir
un ser - que no puede ser el para-sí - y que tenga como propiedad el níhilizar
(negar) la nada, soportarla en su ser y construirla contínuamente de su
existencia, un ser por el cual la nada venga a las cosas.»
Pero, para ser el creador
de la nada, el ser humano debe albergar en si mismo la nada: el ser del ser
humano, en definitiva, es la nada. No hay que entender esta nada como si el ser
humano en si mismo fuera absolutamente nada: en el ser humano hay un en-sí, es
decir, su cuerpo, su "ego", sus costumbres... Pero lo específicamente
humano es su no determinación, su libertad, su nada. Sartre nos dice, además,
que el para-sí (el ser humano) se caracteriza por tres tendencias:
1) tendencia a la nada
2) tendencia al otro
3) tendencia al ser
La tendencia del ser
humano a la nada se descubre en la conciencia y en la libertad. Esta no es una
propiedad del ser humano sino que es su propia esencia. Con ello nos quiere
decir que no es cierto que exista primero el ser humano y luego se diga de él
que es libre, sino que no hay, estrictamente hablando, diferencia alguna entre
el ser del ser humano y el ser libre del ser humano: el ser humano es su propia
libertad.
De la identificación del
ser del ser humano y su propia libertad se deducen dos consecuencias
importantes para la concepción del ser humano en Sartre, En primer lugar, el
ser humano, como tal, no posee naturaleza alguna predeterminada, no se
identifica con una esencia determinada: su esencia es su libertad, es decir, la
indeterminación, la ausencia de toda determinación trascendente. En segundo
lugar, la existencia precede necesariamente a la esencia, hasta el punto de que
la esencia del ser humano (del para-sí) es su propia existencia.
¿Cómo llegamos a la conciencia
de la libertad? La libertad se revela en la angustia:«En la angustia adquiere
el ser humano conciencia de su libertad o, si se prefiere, la angustia es el
modo de ser de la libertad como conciencia del ser». La angustia es la forma
que tiene el ser humano de darse cuenta de lo que es, es decir, la forma de
darse cuenta de que no es nada. El ser humano huye de la angustia y de este
modo trata también de sustraerse de su libertad. Pero el ser humano no puede
liberarse de la angustia, puesto que es su angustia, y por eso tampoco puede
escapar de su libertad. El ser humano está, por ello, «condenado a ser libre».
Omar Colmenares Trujillo |