jueves, 5 de julio de 2018

TECNOCRACIA O MERITOCRACIA




TECNOCRACIA O MERITOCRACIA
EN COLOMBIA




En primer lugar el término tecnocracia significa literalmente «gobierno de los técnicos» y se deriva de los vocablos griegos τέχνη (tékhnē, «arte, técnica») y κράτος (krátos, «poder, dominio, gobierno»).

Diversos tecnócratas han identificado su postura con el uso del método científico para resolver los problemas de la política. En vez de basar sus decisiones en convicciones ideológicas, se favorece la acción orientada a resultados y basada en datos empíricos. El tecnócrata es (o se asocia con) un científico o ingeniero. El término tecnocracia fue originalmente utilizado para designar la aplicación del método científico a la resolución de problemas sociales, en contraposición a los enfoques económicos, políticos o filosóficos tradicionales.

Algunos usos de la palabra tecnocracia se refieren a una forma de meritocracia, un sistema en el que la "mayoría cualificada" y los que deciden la validez de las cualificaciones son las mismas personas. Otras aplicaciones han sido descritas como no ser un grupo oligárquico humano de los controladores, sino más bien la administración por la ciencia-disciplina específica, aparentemente sin la influencia de grupos de interés especial. La palabra tecnocracia también se ha utilizado para indicar cualquier tipo de gestión o administración por expertos especializados ('tecnócratas') en cualquier campo, no sólo la ciencia física, y el adjetivo 'tecnocrática' se ha utilizado para describir a los gobiernos que incluyan profesionales no electos a nivel ministerial.

Tecnocracia significa literalmente “gobierno de los técnicos”; siendo “tecno-” el arte o la técnica y “-cracia” el poder o gobierno los significados de las dos raices, podemos hacernos una idea de la definición de este concepto.

Sin embargo, las dos definiciones que da la RAE de tecnocracia son algo confusas:

1º. “Ejercicio del poder por los tecnócratas”.
2º. “Grupo o equipo de tecnócratas dirigentes”.

Vale, entonces entendemos que la tecnocracia es un sistema de gobierno llevado a cabo por tecnócratas, entonces ¿qué es un tecnócrata?

Hoy en día podríamos decir que un tecnócrata es toda aquella persona que dispone de una serie de conocimientos técnicos, tecnológicos y científicos, a la par que ejerce el poder de gobernar una sociedad (usando dichos conocimientos).

La RAE nos da sus dos acepciones, más claras que las anteriores, para definición lo que es un tecnócrata:

1º. “ Profesional especializado en alguna materia económica o administrativa que, en el desempeño de un cargo público, aplica medidas eficaces que persiguen el bienestar social al margen de consideraciones ideológicas".
2º. “Partidario de la tecnocracia o de los tecnócratas”.

MERITOCRACIA

Según diversos autores, la meritocracia es un criterio central de jerarquización social en las “sociedades igualitarias y modernas”. A su vez, se señala como positivo el hecho que postula, ‘que el criterio básico de organización social debe ser el desempeño de las personas: sus talentos, habilidades y esfuerzos’. Y lo negativo, que “niega el valor a variables sociales como: origen, posición social, económica y al poder político de los individuos”. Algo muy positivo para la sociedad colombiana.

Se reconoce que la meritocracia bien aplicada es eficiente porque entrega los incentivos que maximizan la creación de riqueza total. “Es una forma de maximizar la libertad y crea una nueva cultura de lo público, basada en la igualdad y la justicia social”. Esto último sería la plena justificación para aplicarla no nominalmente, sino realmente en nuestro país.

Como seguramente los diversos gobiernos afirmarán que han usado este criterio para la selección de los funcionarios, es bueno señalar lo que reconoce la literatura como retos evidentes para lograr una verdadera meritocracia en el Estado.

Primero, definir qué se entiende por mérito en cada actividad. Y este punto sí que exige una discusión, porque, por lo general, el mérito en Colombia se asocia a pertenecer a una familia de ‘gente bien’, si no pregúntenle a aquellos que eligen a dedo a la reina del Carnaval de Barranquilla, porqué siempre son niñas del Country Club, de familias políticas.
Segundo, establecer indicadores lo menos subjetivos posibles para cuantificar el mérito. Imposible en una sociedad tan desigual como la nuestra, que los criterios de selección no estén contaminados del clasismo, sexismo, machismo y otros ismos que nos caracterizan.

Y finalmente, se requiere enfrentar el tercer reto que consiste en seleccionar evaluadores que garanticen “una buena evaluación comparativa de méritos que no esté guiada por intereses personales o sectarios”. Pero cuando en Colombia se aplica el mérito en la selección de funcionarios, quienes lo hacen están impregnados, por lo general, de esos valores clasista, sexistas y racistas, propios de nuestro país.

Por ello, es fundamental empezar por aceptar que la verdadera meritocracia aún no existe en nuestro país, y que más que una regla es la excepción. Sin embargo, “una sociedad meritocrática es, en principio, más justa que una sociedad de herencia”, según el sociólogo francés François Dubet. Ahora que se espera que por fin Colombia reconozca que la equidad es un objetivo prioritario, debe aceptarse que alcanzarla va de la mano de la verdadera meritocracia. Es decir, es claro, como lo afirman varios autores, “que NO puede implementarse un sistema meritocrático en una sociedad injusta y sin igualdad de oportunidades para todas y todos sus miembros”.

Ahora sí se entiende por qué es tan difícil la meritocracia real en Colombia, como lo sostienen muchos analistas. Y las razones que se exponen con frecuencia son contundentes: por el carácter manipulable de las masas votantes y su vinculación con el poder de turno. Por la distancia entre democracia practicada y talento profesional. Por la conformación de oligarquías burocráticas en todo sistema social complejo.

Pero donde más se sienten los efectos negativos y los costos económicos, políticos y sociales de no aplicar la meritocracia es en la diplomacia colombiana. Tiene razón Dubet cuando afirma que “es extremadamente difícil producir una diplomacia meritocrática en Colombia, y sus razones son irrebatibles: porque el origen social y el capital cultural de las personas condicionan muy fuertemente su mérito. Porque el problema es que el punto de partida de cada individuo es muy desigual”. Y la más clara la postula Hayes: porque “la pirámide del mérito termina reflejando la pirámide de la riqueza y el capital cultural”.

Omar Colmenares Trujillo
Abogado Analista





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